Cuando el SMS Leipzig se encontró con el HMS Glasgow, como ya sabemos al Este de la formación de búsqueda británica, avisó rápidamente a von Spee, que ordenó se encendieran todas las calderas de sus dos cruceros acorazados y convocó a los ligeros SMS Nurnberg y SMS Dresden. Escribiría el Vicealmirante: “En cuarto de hora estábamos navegando a veinte nudos contra un mar grueso, lanzando nubes de agua que empapaban la torre Anton y las cubiertas bajo ella”.

Por su parte el HMS Glasgow viró para reunirse con el resto del Escuadrón británico una vez establecido el rumbo Sur/Sureste del SMS Leipzig. Cradock navegó hacia el Oeste reuniendo sus barcos, y una vez se encontró en la distancia con todo el Escuadrón de Asia Oriental se quedó tan sorprendido como von Spee, pues ambos pensaban que perseguían a un crucero ligero enemigoal darse la casualidad que el primer buque que vieron los alemanes fue el HMS Glasgow, y el primero que vieron los británicos el HMS Leipzig, los dos buques que ambos Comandantes pensaban que podrían cazar esa tarde. El tanto tiempo esperado encuentro con el Escuadrón alemán, que tanto temían muchos Oficiales británicos, conocedores de las deficiencias de sus barcos y poco entrenadas tripulaciones, se había hecho realidad. Pero Cradock no estaba obligado a combatir, el HMS Glasgow era más rápido que sus homólogos germanos, sus dos cruceros acorazados sobrepasaron esa tarde los veinte nudos, y con todo el Pacífico por su popa, no habrían tenido problemas en evitar la confrontación. El problema era el HMS Otranto, que en ese día no superaba los 16 nudos, cuyo gran tamaño y alto francobordo hacían de él un barco visible en la noche a varias millas de distancia. Más tarde los críticos de Cradock se preguntaron qué hacía este crucero auxiliar formando parte del Escuadrón, y la respuesta es que esa tarde el Contralmirante no pensaba que se encontraría con todo el Escuadrón de Asia Oriental, solo con un crucero ligero, y en el papel de ampliar el radio de búsqueda el HMS Otranto sí tenía un papel que jugar. El Oficial de artillería del HMS Glasgow pensó que Cradock dejaría al HMS Otranto a su suerte, pero no era un hombre el Contralmirante capaz de una acción semejante, y ordenó que todos sus barcos se preparasen para el combate.

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HMS Good Hope, en obra de W.L. Wyllie. 

Una vez decidido luchar, y conocedor de que las tripulaciones de la Royal Navy no estaban entrenadas para un combate nocturno, Cradock decidió forzar la acción mientras permanecía la luz del día, formando su Escuadrón en línea, con el HMS Good Hope en cabeza, seguido de los HMS Monmouth, Glasgow y Otranto, en rumbo Sureste a 16 nudos, en un mar pesado que convertía en inútiles las piezas de 152 mm situadas en los costados de sus dos cruceros acorazados, pues las olas sobrepasaban su altura. Sin embargo Cradock creía que tenía una oportunidad, dado que por su posición al Oeste de von Spee ofrecía una importante ventaja en términos de visibilidad, pues el sol poniente deslumbraría alos observadores alemanes, mientras al mismo tiempo iluminaban el objetivo para sus propios artilleros. Sin embargo esta ventaja se revertiría una vez anocheciese, pues entonces sus propios buques se recortarían contra el rojizo horizonte mientras las siluetas del enemigo se difuminarían en el grisáceo crepúsculo y la oscuridad de la costa. Había que forzar una acción de inmediato y acercarse a distancia de tiro de los cañones de 152 mm que sus dos buques principales portaban en cubierta, pues como conocemos solo el HMS Good Hope disponía de dos piezas de grueso calibre, de 234 mm, contra las dieciséis de 21 cm de los Scharnhorst, de las que doce podían disparar por una misma banda. A las 18:18 los británicos intentan cerrar distancias a 16 nudos, pero von Spee era igual de consciente de las ventajas e inconvenientes que suponía combatir en ese instante o más tarde, disponiendo de una velocidad superior que le permitía dictar el tiempo y el alcance, de modo que viró hacia fuera incrementando la distancia, que entonces se movía entorno a los 12.500 metros, hasta los 16.500 metros, para frustración de Cradock, que volvió anavegar en un curso paralelo en dirección Sur. Fue un gran error del Contralmirante no haber insistido en forzar la acción a veinte nudos aun habiendo dejado atrás al HMS Otranto, que en ese mismo momento debería haber sido enviado en dirección Oeste cubierto por sus propios barcos.

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Mapa de la batalla de Coronel.

En el Escuadrón de Asia Oriental, conscientes de su fuerza superior, reinaban la confianza y la calma mientras se preparaban para la acción. ¿Te molesta mi humo? Preguntó von Spee al SMS Gneisenau que seguía su estela, y ante la respuesta positiva varió ligeramente el rumbo de su buque insignia para dar a su matalote de popa una visión clara de su objetivo. Escribiría un Oficial a bordo del SMS Gneisenau: “Cuando el sol estaba lo suficientemente bajo en el horizonte para no deslumbrar a los apuntadores y las naves enemigas se perfilaron bruscamente contra el resplandor del sol poniente, mientras la alta costa chilena oscurecía nuestros barcos, a una señal del Scharnhorst nos movimos hacia el enemigo”. Las distancias cayeron rápidamente hasta los 11.000 metros, recibiendo cada buque alemán la orden de tomar como blanco el correspondiente en la línea británica; El SMS Scharnhorst dispararía contra el HMS Good Hope, el SMS Gneisenau contra el HMS Monmouth, el SMS Leipzig contra el HMS Glasgow y el SMS Dresden contra el HMS Otranto (recordar que el SMS Nurnberg se encontraba retrasado y aún no había podido reunirse con el Escuadrón). Von Spee dio la orden de abrir fuego, eran las 19:04 horas.

Demostrando el motivo por el cual ambos cruceros acorazados germanos habían ganados premios en las pruebas artilleras de la Kaiserliche Marine, la primera salva del SMS Scharnhorst cayó a solo 400 metros del HMS Good Hope, y a la tercera ya estaba centrado, como en un buen ejercicio de tiro, impactando uno de los proyectiles de 21 cm en la torre proel de 234 mm, cuya protección de 152 mm se mostró insuficiente para detenerlo, estallando en llamas antes de haber podido realizar su primer disparo. Cradock se vio privado de la mitad de su artillería de grueso calibre a las primeras de cambio, los disparos iniciales de su artillería de 152 mm quedaron cortos y supo que no tenía otra alternativa que acercarse todo lo posible al enemigo para intentar causarle el mayor daño. Pero cada minuto que pasaba la desventaja táctica de los británicos era mayor, el movido mar imposibilitaba utilizar las armas situadas en los costados de sus cruceros acorazados, la oscuridad se extendía hacia el Este impidiendo observar la caída de los piques propios mientras sus dos buques resultaban alcanzados repetidamente por el letal fuego alemán, una salva cada veinte segundos según narraría más tarde von Spee, mientras la cadencia del fuego británico no sobrepasaba el disparo por minuto, en palabras del propio Vicealmirante. Los británicos no solo se enfrentaban a dos cruceros acorazados modernos, mejor armados y protegidos que sus obsoletos buques, además las tripulaciones alemanas demostraron estar perfectamente entrenadas, mientras las británicas estaban formadas en su mayor parte por reservistas que tres meses antes llevaban una apacible vida de civil, y que no habían dispuesto de tiempo para adiestrarse en el manejo de sus armas. Como comentaría un tripulante del HMS Glasgow contemplando el combate entre los dos cruceros acorazados de cada bando, la batalla se convirtió rápidamente en “el espectáculo más podrido que se pueda imaginar”.

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HMS Good Hope y HMS Monmouth bajo el fuego alemán, cortesía de Paul Wright.

Repetidamente alcanzados y con incendios a bordo, los HMS Good Hope y HMS Monmouth continúan acercándose a la línea alemana disparando de forma espasmódica (un testigo del HMS Glasgow narra que no vio que se efectuase ningún disparo desde las casamatas ubicadas en los costados), y cuanto menor es la distancia, más precisas se vuelven las salvas germanas. La proa del HMS Good Hope arde con furia, mientras el SMS Gneisenau somete a un duro castigo alHMS Monmouth, cuya torre proel también salta por los aires tras un impacto directo mientras los costados y la superestructura resultan repetidamente alcanzados, hasta que el buque empieza a perder arrancada y se desvíahacia estribor, cayendo gradualmente sus cañones en silencio. El buque insignia de Cradock seguía avanzando, disparando un proyectil por minuto con su pieza de popa de 234 mm, tan cercano ya que von Spee pensó que su intención era torpedearles, abriendo distancias pero sin dejar de disparar, a un rango cercano a los 5.000 metros en el que resultaba complicado errar el golpe, hasta 35 impactos contaron los alemanes alcanzaron al buque de Cradock, que acabaron por contener la acometida del destrozado HMS Good Hope. A las 19:50 finalmente se detiene, sus chimeneas iluminadas por un fuego a la altura del puente, y entonces tiene lugar una tremenda explosión con seguridad procedente de sus pañoles de proa, que según von Spee, “fue como un espléndido despliegue de fuegos artificiales contra un cielo oscuro. Las llamas blancas brillantes, mezcladas con estrellas verdes, se elevaron a gran altura”. Luego la columna de fuego cayó a lo largo del buque, la sección delantera se desprendió lentamente del casco y descendió hacia el olvido, mientras increíblemente dos cañones de 152 mm ubicados a popa hacían sus últimos disparos. Luego la nada, un derrelicto donde los fuegos se fueron apagando y con ellos la última visión del buque, que nadie volvió a contemplar pese a la cercanía debido a la oscuridad reinante. EL SMS Scharnhorst cambio de blanco y disparó contra los fuegos que delataban al HMS Monmouth, hasta que estos fueron extinguidos o se perdieron de vista, mientras el SMS Gneisenau se unía en el combate que los cruceros ligeros disputaban contra el HMS Glasgow. 

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SMS Scharnhorst durante la batalla de Coronel, cortesía de Claus Bergen.

Los daños en los cruceros acorazados germanos eran mínimos, el SMS Scharnhorst había resultado alcanzado por dos impactos de 152 mm, uno de los cuales había atravesado el costado sobre la cintura acorazada penetrando en un almacén, pero no explotó y permaneció allí “como una especie de saludo” en frase de von Spee, mientras otro atravesó una chimenea sin causar grandes daños. Hasta entonces el SMS Gneisenau había resultado alcanzado por tres proyectiles de 152 mm, dos de los cuales no causaron daños de relevancia, y un tercero atravesó el costado y terminó por estallar en la sala de Oficiales, produciendo una vía de agua que rápidamente fue taponada por el equipo de control de daños. Solo tres hombres resultaron heridos levemente, mientras el buque insignia no sufrió baja alguna. Entre las tripulaciones alemanas se intuía una gran victoria, pero no tenían confirmación de que los dos cruceros británicos hubiesen resultado hundidos tras desaparecer en la oscuridad, y por otra parte la batalla continuaba contra un solitario enemigo que se resistía a retirarse, el HMS Glasgow.

En comparación con lo sufrido por los dos principales buques de la agrupación británica, se puede decir que la batalla para el HMS Glasgow resultó bastante plácida, aunque no carente de riesgos y pesadumbres. A las 19:05, un minuto después que los alemanes, disparó con sus dos cañones de 152 mm, primero tomando como blanco al SMS Leipzig, poco más tarde al SMS Dresden, según resultasen visibles uno u otro, ocultos por la penumbra que se extendía hacia el Este y además en muchas ocasiones velados por el humo procedente de las chimeneas del SMS Gneisenau. Entre la escasa visibilidad, que impedía observar los piques, y el movido mar el resultado fue que ninguno de los disparos del HMS Glasgow logró alcanzar a los cruceros ligeros rivales. Aunque la visibilidad era mejor para estos, seguramente la mar gruesa afectó a estos pequeños buques de unas 3.500 toneladas, que tuvieron que esperar hasta las 19:15 para lograr un alcance efectivo, y entre ambos dispararon más de 600 proyectiles de 10.5 cm contra el crucero ligero británico, logrando alcanzarle solo en cinco ocasiones. Tres de los impactos fueron en el costado, siendo absorbidos por las carboneras sin causar importantes daños, otro lo hizo en la base del puente de mando sin llegar a estallar, y el más peligroso resultó el que estalló en la popa a la altura de la línea de flotación, muy cerca de la hélice exterior de babor, que por suerte para los británicos no resultó afectada, pero que abrió un agujero en el casco de aproximadamente dos metros cuadrados, inundando un compartimento. El equipo de control de daños trabajó bien y la inundación resultó aislada, sin que apenas afectase a la velocidad máxima del buque, que aquella tarde fue de 24 nudos. Tampoco hubo que lamentar bajas graves, solo cuatro hombres resultaron levemente heridos, al menos en lo que respecta a los humanos, no así entre los 60 loros brasileños que como sabemos acompañaban al buque. Al inicio de la acción se pensó que lo mejor sería liberarles de sus jaulas, pese a la excesiva distancia a la costa chilena, pero los loros no se movieron de cubierta, salvo para revolotear cada vez que se disparaba una pieza. A medida que avanzaba la batalla estaban aturdidos y se posaban apáticamente sobre cualquier parte del barco, incluso en los cañones a punto de disparar. Al final del día solo diez loros habían sobrevivido a la batalla.

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HMS Glasgow.

El HMS Otranto era un buque que no debería estar allí, como bien sabía el Capitán Edwards, que cuando fue tomado como blanco por el SMS Dresden preguntó a Cradock si debía mantenerse en la línea de batalla, pero no recibió ninguna instrucción clara, quizá porque el Contralmirante estaba muy ocupado en ese instante combatiendo contra los cruceros acorazados de von Spee. Después de que una columna de agua se levantase a 50 metros de su costado, Edwards decidió colocar su nave prudentemente a estribor del HMS Glasgow, pero como su gran tamaño podría servir para determinar el alcance y rumbo a los alemanes, determinó poco más tarde virar al Oeste a los 16 nudos que daban sus máquinas, perdiéndose en la noche.

Nadie en el HMS Glasgow pudo contemplar el destino del Good Hope, pero sí el daño sufrido por el buque insignia durante los cincuenta minutos que duró la acción principal, por lo que no se hacían ilusiones sobre su supervivencia. Cuando el SMS Gneisenau cambió de objetivo y blancos surtidores de agua surgieron en las cercanías de su barco, el HMS Glasgow, gracias a que la luna que surgió al Este le permitió ver fugazmente la línea enemiga, devolvió el fuego contra el crucero acorazado, alcanzándole con un proyectil de 152 mm en la torre popera de 21 cm, sin penetrar su blindaje y atorándola momentáneamente, aunque en pocos minutos pudo regresar de nuevo a la acción. A las 20:00 horas el Capitán Luce sabía que estaba tentando al destino continuando el combate, del que por ahora había salido bien librado tras cincuenta minutos batallando contra los SMS Leipzig y Dresden y los últimos diez contra un rival inaccesible como el SMS Gneisenau, que de alcanzarle con un solo impacto de 21 cm podría dejar inutilizado su buque. Escribiría más tarde: “La luna se estaba levantando detrás del enemigo, lo que nos permitía contemplarle débilmente en algunas ocasiones, mientras nosotros debíamos resultar invisibles para él, pues solo cuando disparábamos atraíamos el fuego de todo el Escuadrón alemán”. En consecuencia se dio la orden de alto el fuego alas 20:05, mientras viraba en dirección al último avistamiento del HMS Monmouth, que fue localizado entre las sombras diez minutos más tarde.

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HMS Monmouth, en obra de Frank Watson Wood.

Pese a haber conseguido apagar sus incendios el estado del crucero acorazado era lamentable, prácticamente detenido, con múltiples daños y una escora de diez grados a babor. Con la proa muy dañada estaba intentando virar hacia el Norte, con el fin de dar la popa a las grandes olas procedentes del Sur. Luce le preguntó por semáforo si podría navegar hacia el Noroeste pues el Escuadrón alemán seguía su estela, pero el gran buque resultaba prácticamente ingobernable. Con la luna iluminando la noche Luce sabía que no podía prestar ninguna asistencia real al derrelicto, dejando escrito: “Sentí que no podía ayudarles y que seríamos destruidos si nos quedábamos junto aél. Con gran renuencia viré al Noroeste y aumenté a máxima velocidad”. Era una decisión dura pero inapelable, dos de los Oficiales de Luce justificaron la decisión de su Capitán: “Resultaba obvio que el Monmouth no podía ni combatir ni navegar, era esencial que hubiera un superviviente de la acción para advertir al Canopus, que se acercaba a la zona a su mejor velocidad, y si resultaba sorprendido por cuatro o cinco barcos enemigos podría haber compartido el destino de nuestro Escuadrón” y otro: “Fue horrible tener que dejar solo al Monmouth, pero no sé qué otra cosa podría haber hecho nuestro Capitán”. Tras navegar al Oeste y luego al Sur, en busca del HMS Canopus, por fin pudo el HMS Glasgow enviar algún mensaje, pues durante el combate todas las trasmisiones fueron eficazmente interferidas por los alemanes. Se informó al vetusto acorazado de lo sucedido y este viró rumbo Sur alejándose de la acción. Desde el HMS Glasgow se mantenía una pequeña esperanza de que el HMS Monmouth hubiese podido pasar inadvertido a los alemanes y de alguna forma buscar refugio en la costa, pero a la media hora de haberle abandonado pudieron contemplar fogonazos en dirección Norte, seguidos del retumbar de los cañones. Luego se hizo el silencio y desde el HMS Glasgow se supo que el enemigo había encontrado al HMS Monmouth. El abatimiento se extendió entre la dotación del crucero ligero, recordando más tarde un Oficial: “Totalmente desanimado y con el corazón dolido bajé a mi camarote, arrojándome a la litera con ropa mojada y todo. Fuimos humillados hasta lo más profundo de nuestros seres, apenas hablamos entre nosotros en las primeras veinticuatro horas. Nos sentíamos amargamente avergonzados de nosotros mismos porque habíamos defraudado al Rey, habíamos decepcionado al Almirantazgo, habíamos decepcionado a Inglaterra. ¿Qué pensaría el pueblo británico de la Royal Navy?”

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Otro mapa sobre la batalla de Coronel.

Sobre las 20:15, en plena oscuridad solo rota por la luz de la Luna, que en ocasiones se ocultaba bajo una capa de nubes, von Spee había perdido el contacto con sus enemigos, de modo que aminoró la marcha de sus buques principales y envió el siguiente mensaje a sus cruceros ligeros: “Los dos cruceros acorazados rivales han sufrido graves daños, el HMS Glasgow aparentemente intacto, busquen señales del enemigo y ataquen con torpedos”. Alrecibir la orden, el SMS Leipzig se dirigió a 18 nudos hacia un resplandor apenas visible hacia el Noroeste, que el Capitán Johannes Haun supuso que podría ser un barco en llamas. Cuando llegó a la posición no se podía ver nada desde el puente, pero los miembros de la tripulación que estaban en la cubierta principal, deshaciéndose de cajas vacías de munición arrojándolas por la borda, pudieron contemplar cuerpos sin vida y una masa de restos flotantes que denotaban un naufragio. Sin embargo, de forma inexplicable, no informaron de ello a Haun, que por lo tanto nada pudo decir a von Spee, que durante toda la noche no fue consciente de que había hundido al buque insignia británico. Porque lo que vieron los tripulantes del SMS Leipzig eran sin duda los despojos del HMS Good Hope, que probablemente se hundiría al poco de perder la proa, junto a todos sus tripulantes, 926 Oficiales y marineros. En las movidas y frías aguas de Coronel cabe pensar que su agonía fue corta, y aunque el SMS Leipzig se hubiese detenido, no habría encontrado ningún superviviente. Pocos minutos después de este triste avistamiento, el SMS Dresden, que también se había dirigido hacia el mismo punto, estuvo a punto de torpedear al SMS Leipzig confundiéndole con el HMS Glasgow, pero el reconocimiento llegó justo a tiempo.

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Tripulación del HMS Good Hope en 1914. Entre los miembros se encontraban cuatro jóvenes guardamarinas canadienses, tres de los mismo aparecen en la fotografía. Todos ellos encontraron su fin en Coronel.

El SMS Nurnberg pensaba que se había perdido la batalla, pues llegó a la zona donde se desarrollaron los combates justo cuando estos llegaban a su fin, y al recibir la orden de von Spee, su Comandante, Capitán Karl von Schonberg, se dirigió al último punto donde se habían visto los resplandores de los postreros cañonazos del HMS Glasgow. A las 20:35 un observador reportó una columna de humo por la proa a estribor, y von Schonberg se dirigió hacia la misma a21 nudos, sin encontrar enemigo alguno, pues el rastro era el dejado por el HMS Glasgow, que se movía a 24 nudos hacia el Oeste. Pero poco más tarde se avistaba un buque grande a unas dos millas de distancia, y el SMS Nurnberg se acercó cauteloso a investigar, para toparse con un crucero acorazado con visibles daños, sin la torre artillera proel, escorado a babor, tanto que sus armas de ese costado resultaba inútiles. Ubicado frente a esa banda el crucero ligero germano encendió sus proyectores e iluminó el buque frente a él, que se reconoció como el HMS Monmouth. Se iluminó intencionadamente su bandera de combate, en una invitación a arriarla, pero no hubo movimiento por parte de los británicos, por lo que a las 9:20 von Schonberg disparó algunos cañonazos deliberadamente altos, y la respuesta desde el HMS Monmouth fue meter toda la caña para intentar virar y presentar el costado de estribor, donde todavíahabía armas disponibles. Tan cerca estaban ambos buques que desde el alemán pudieron escuchar los silbatos de los Oficiales, probablemente ordenando a sus hombres que acudiesen a sus puestos de combate, en un último alarde de gallardía. Para el SMS Nurnberg resultó sencillo evitar la lenta maniobra del averiado rival y viró a su vez para situarse frente a su popa, disparando a quemarropa. A esa distancia ningún proyectil podía fallar el blanco y causaron numerosas vías de agua, sentenciando al HMS Monmouth, que poco después aumentó su eslora a babor hasta que el buque zozobró lentamente, eran las 20:58. En ese instante desde el SMS Nurnberg se divisaron nuevas columnas de humo, y sin poder saber si eran producidas por buques amigos o enemigos, decidió prudentemente alejarse del lugar. Escribiría von Schonberg: “Disparé hasta que el Monmouth empezó a zozobrar, lenta y majestuosamente, con las banderas ondeando, fue un momento indescriptible e inolvidable cuando sus mástiles se hundieron lentamente en el agua. Desafortunadamente no se podía pensar en salvar a su valiente tripulación, en primer lugar porque desconocíamos si existía algún otro buque enemigo en las cercanías, en segundo porque el mar estaba tan movido que no hubiese resultado posible bajar los botes”. Pese a que las razones son más que convincentes, muchos hombres del SMS Nurnberg se sintieron incómodos por tener que rematar a un enemigo indefenso. Escribiría el Teniente Otto von Spee, hijo del Vicealmirante: “Fue terrible tener que disparar contra un enemigo indefenso, pero su bandera seguía ondeando y pese a nuestras advertencias nunca la arriaron”. No hubo supervivientes entre los 734 hombres de su tripulación.

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El hundimiento del HMS Monmouth, según W.L. Wyllie.

La batalla había concluido, von Schonberg avisó a von Spee, ¡Hemos hundido al Monmouth! Recibiendo la respuesta ¡Bravo Nurnberg!. Los 1.660 tripulantes de ambos cruceros acorazados británicos habían fallecido en su totalidad, entre ellos el Contralmirante Cradock, su deseo cumplido.

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Monumento al Contralmirante Cradock en York Minster.

Al amanecer von Spee llegó a la conclusión de que tanto los HMS Good Hope, Otranto y Glasgow habían escapado. Los dos últimos buques no tenían importancia, pero sabía que el primero había resultado muy dañado y que en caso de no haber resultado hundido se dirigiría a las costas chilenas, por lo que ordenó su búsqueda o la de sus restos. Fue entonces cuando por fin le llegaron las observaciones sobre un naufragio realizadas por la tripulación del SMS Leipzig, siendo plenamente consciente de la gran victoria y que ahora su Escuadrón era el dueño del Pacífico Sur. Envió un mensaje de congratulación a todos los hombres de sus barcos: “Con la ayuda de Dios hemos logrado una victoria gloriosa. Expreso mi agradecimiento y felicitaciones a las tripulaciones”. El triunfo quedó constatado cuando se dieron todos los partes de daños y bajas, como ya sabemos mínimos, aunque existía un problema irresoluble, el consumo de munición. El SMS Scharnhorst había disparado 422 proyectiles de 21 cm y solo le quedaban 350 en los pañoles, mientras el gasto en el SMS Gneisenau fue de 244 proyectiles del mismo calibre y su remanente era de 528, y no existía lugar excepto la propia Alemania donde reponerlos. 

Von Spee sabía que un viejo acorazado se encontraba a unas 300 millas al Sur, pues el HMS Canopus fue observado por un agente alemán cuando cruzaba el Estrecho de Magallanes, aunque confundiéndole con un clase Formidable, buques algo más modernos y mejor protegidos, aunque similares en cuanto armamento a la clase Canopus. No teniendo mayor interés en enfrentarse a un acorazado por obsoleto que fuese, von Spee puso proa al Norte a las 10:20 y se dirigió hacia Valparaíso, cuyo puerto alcanzó al amanecer del 3 de Noviembre. Durante el viaje escribió la siguiente carta privada: “El Good Hope, aunque de mayor tamaño que el Scharnhorst, no estaba tan bien armado, pues solo montaba dos armas de grueso calibre, mientras el Monmouth sucumbió ante el Gneisenau porque solo disponía de cañones de 152 mm. Al parecer los británicos despliegan en los mares del Sur otro buque como el Monmouth y un acorazado de la clase Formidable, que porta cañones de 305 mm. Contra estos últimos apenas podemos hacer nada, si ellos hubiesen mantenida unida su fuerza probablemente no hubiésemos logrado la victoria. Difícilmente puedes imaginar la alegría que reina entre nosotros, al menos hemos contribuido algo a la gloria de nuestras armas, aunque puede que no signifique mucho en el contexto general en vista de la enorme cantidad de barcos británicos”.


Como las leyes internacionales de neutralidad impedían que más de tres buques militares de una misma nacionalidad visitasen un puerto al mismo tiempo, von Spee despachó a los SMS Leipzig y Dresden hacia la isla de Mas Afuera, escoltando a los suministradores, mientras los SMS Scharnhorst, Gneisenau y Nurnberg echaban el ancla en la bahíade Valparaíso, donde 32 mercantes alemanes habían buscado refugio debido a la guerra.

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Los SMS Scharnhorst, Gneisenau y Nurnberg en Valparaíso.

La colonia alemana de la ciudad era numerosa, y cuando se corrió la voz de la gran victoria se mostró entusiasta. El Embajador alemán en Chile y el Cónsul General, acompañados de los Capitanes de los mercantes sitos en el puerto, abordaron el SMS Scharnhorst, y tras ello muchos de sus tripulantes se ofrecieron voluntarios para servir en los buques de guerra, siendo admitidos 127 de los mismos.

El Vicealmirante y muchos de sus Oficiales desembarcaron para ser recibidos en olor de multitudes, narrando von Spee:
“Las cámaras fotografiaban y la gente aplaudía, querían hacer una celebración, pero me negué a ello”. Sin embargo consintió en visitar el Club alemán de la ciudad, donde él y sus Oficiales firmaron en el libro de visitas y permanecieron durante una hora, hasta que“un idiota borracho y sin sentido levantó su copa y gritó: ¡Maldición para la Armada Británica!”. Von Spee lo miró con frialdad y declaró que ni él ni sus Oficiales aceptarían un brindis así, diciendo en su lugar: “Bebo en memoria de un enemigo galante y honorable”, tras lo cual dejó su vaso, recogió su sombrero y se dirigió fuera. El propio Churchill tuvo que admitir la caballerosidad de su enemigo: “No habló ni una sola palabra de triunfo sobre los muertos” dejo escrito. 

Una vez en la calle una mujer se adelantó para entregarle un ramo de flores, que el Vicealmirante rechazó con las palabras “Lucirán bien en mi tumba”, y es que una vez atenuada la embriaguez por la victoria la realidad se imponía, no dejaban de ser un pequeño Escuadrón muy lejos de su patria, con escasas posibilidades de supervivencia. Von Spee confesaría a un viejo amigo, médico naval retirado que vivía en Valparaíso: “Soy un hombre sin hogar, no poseemos un puerto seguro ni podemos llegar hasta Alemania, debo seguir navegando por los mares intentando causar el mayor daño posible, hasta agotar las municiones o que un enemigo muy superior pueda atraparme”


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El Vicealmirante von Spee en Valparaíso.

Nada más aparecer el Escuadrón de Asia Oriental en Valparaíso el Cónsul británico informó de ello a Londres, aún desconocedor de que se había librado una batalla. La información llegó al Almirantazgo al día siguiente, Fisher abogó para que se tomasen medidas urgentes para reforzar a Cradock, y esa misma noche se enviaron las órdenes que el desaparecido Contralmirante había esperado durante tanto tiempo: “Se ha ordenado al Defense que se una a su Escuadrón. El Glasgow debe mantener el contacto con el enemigo, concentra tu Escuadrón incluyendo el Canopus y efectúa la unión con el Defense lo antes posible”. De no ser por los más de 1.600 hombres que perdieron la vida en Coronel el mensaje resultaba irónico, incluso gracioso, y las medidas para que por fin el HMS Defense se uniese aCradock demasiado tardías en cualquier caso, pues desde Montevideo a Valparaíso hay 4.000 millas, el moderno crucero acorazado no hubiese podido llegar antes de dos semanas. Como reconoció más tarde Churchill, “ya estábamos comunicándonos con el vacío·”. Pronto empezarían a llegar noticias dispersas que hablaban de derrota, para sorpresa y consternación del Almirantazgo y toda Gran Bretaña.

Las primeras noticias sobre un posible desastre en el Pacífico Sur llegaron a Gran Bretaña el 4 de Noviembre desde Alemania, a través de sus estaciones inalámbricas y de los corresponsales de países neutrales en el país germano. Ala siguiente el Almirantazgo se vio obligado a emitir una declaración preliminar, que se publicó en los periódicos vespertinos: “El Almirantazgo no tiene confirmación oficial de las noticias procedentes de Alemania. No podemos aceptar estos hechos como precisos porque en ellos no se nombra al Canopus, que fue enviado para fortalecer alEscuadrón del Contralmirante Cradock y le hubiese dado una superioridad decisiva”. Este comunicado se amplió a la mañana siguiente, cuando ya se barruntaba el desastre: “La Oficina de Asuntos Exteriores en Valparaíso informa que un buque de guerra está en la costa chilena y que podría tratarse del Monmouth. Parece que ha existido una acción disputada, pero en ausencia del Canopus la preponderancia del enemigo era notable”. El Almirantazgo ya estaba estableciendo su línea de defensa: Si el Canopus hubiese estado presente la catástrofe nunca hubiese ocurrido.

Según se fueron conociendo los detalles y la magnitud de la derrota el sorprendido público británico y la prensa empezaron a hacerse preguntas, primero cuestionando a Cradock por haber aceptado el enfrentamiento con una fuerza claramente inferior al enemigo, poco más tarde volviéndose hacia el Almirantazgo por permitir que este hecho hubiese acaecido. Entre los miembros de la Royal Navy la pérdida de dos buques obsoletos se contempló como un hecho que no cambiaba en nada el equilibrio de fuerzas, pero estaban consternados por la pérdida de 1.600 hombres, solo seis semanas después de que otros 1.400 falleciesen tras el torpedeamiento de tres cruceros acorazados por el SM U-9. El Capitán estadounidense Sims, que cuando su país entró en guerra se convertiría en el Oficial Naval superior de Estados Unidos en Europa, declaró: “Los británicos lo han permitido, sus cruceros han sido atrapados por un rival más poderoso y han resultado destruidos, han cometido el error de menospreciar al enemigo”. Más contundente fue Beatty, Comandante de los cruceros de batalla y amigo personal de Cradock: “Se ha ido, pobre viejo. Tuvo una muerte gloriosa pero hubiera sido mejor en la victoria que en la derrota. Su muerte y la pérdida de sus barcos deben ser achacados a la incompetencia del Almirantazgo, que rompe una y otra vez los principios de la estrategia”.

Entre los militares la única crítica a Cradock fue su impetuosidad, un rasgo de su carácter bien conocido en la Armada. Escribiría el Capitán Luce, del HMS Glasgow: “No tenía un plan o una doctrina clara en su cabeza, pero siempre estaba dispuesto a combatir según el impulso del momento, Cradock era incapaz de rechazar o incluso posponer una acción si existía una mínima posibilidad de éxito”, lo que confirmaba Beatty:Me temo que vio un trapo rojo y no esperó a tener el refuerzo del Canopus”. Por su parte Churchill explicó que Cradock se había dejado atrapar imprudentemente solo con los HMS Good Hope y Monmouth, incluso fue más allá al declarar que habíaactuado en desobediencia de las órdenes expresas de concentrar su Escuadrón, incluyendo el Canopus, insistiendo mucho en este punto, pero olvidando que en el telegrama del 28 de Octubre no se mencionaba para nada al antiguo acorazado, incluso después de que Cradock hubiese informado de que lo relegaba a la escolta de los buques carboneros. Cuando tras la derrota la figura de Cradock fue ensalzada como un héroe, Churchill compensó su falta de visión estratégica durante las semanas anteriores con su proverbial ingenio, realizando la siguiente declaración ante el Parlamento: “Somos de la opinión de que Cradock tenía la sensación de que no podría llevar al enemigo a la acción de inmediato siempre que se mantuviese junto al Canopus, por ello decidió atacarlo con sus barcos más rápidos, creyendo que incluso si resultasen derrotados les infringiría tales daños que asegurarían su destrucción posterior. Aunque el Almirantazgo no tiene responsabilidad por esta decisión, consideramos que fue inspirada por la más alta devoción”.Con esta sutil declaración, Churchill evitaba cualquier responsabilidad al tiempo que creaba la figura de un mártir, que había sacrificado consciente y valientemente sus buques en un vano esfuerzo por mutilar al Escuadrón de von Spee. Solo tras la guerra el Almirantazgo fue duramente criticado por muchos Oficiales navales retirados, pero por el momento había capeado el temporal.

El diálogo de sordos entre Cradock y el Almirantazgo es una de las causas principales de lo ocurrido, no existió una comunicación fluida, ni unas órdenes claras, ni uno sabía lo que deseaban de él ni los otros las acciones que estaba tomando su subordinado. Pero todo se hubiese evitado si desde un principio se hubieran enviado los pertinentes refuerzos a los puntos amenazados, sino un crucero de batalla por no debilitar a la Grand Fleet, si al menos dos cruceros acorazados modernos presentes en el Mediterráneo, cuya presencia allí no resultaba en absoluto necesaria, por lo que hemos de concluir que el mayor culpable de la debacle fue el Almirantazgo, en concreto su Primer Lord, Winston Churchill.

Pero no toda la responsabilidad del desastre puede atribuirse al Almirantazgo, Cradock tuvo su cuota de culpa, tanto en el combate en sí como en la incapacidad por hacer ver a sus superiores las dudas que le atormentaban, pero los Comandantes de su generación no estaban formados para contradecir las órdenes que recibían, sobre todo cuando cuestionarlas podía sugerir preocupación por su seguridad personal. Cradock pensó que si hacía caso a las instrucciones de mantenerse junto al HMS Canopus, el Escuadrón de Asia Oriental bien podría haberle evitado, llegar hasta el Atlántico Sur, bombardear sin oposición Port Stanley y depredar el tráfico mercante. ¿Quién sería entonces el culpable? Cradock pensó que todos los dedos le señalarían a él como el Comandante del Escuadrón que rehuyó una batalla, y para un hombre de su carácter la vergüenza sería insoportable. Sabemos por sus conversaciones con el Gobernador de Las Malvinas y por la carta escrita al Almirante Meux que era conocedor de las escasas, casi nulas, oportunidades que tendría de vencer a los buques de von Spee, pero no deseaba compartir el destino del Contralmirante Troubridge y verse ante un consejo de guerra. Su valentía no es cuestionable, pero no debería haber antepuesto su orgullo y preocupación por su reputación a la vida de los hombres que estaban bajo su mando y sufrirían su mismo destino.

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Lápida erigida el 29 de Noviembre de 1914 en Port Stanley en memoria de los hombres del HMS Good Hope y HMS Monmouth caídos en Coronel.

Regresando al Pacífico Sur, en la noche del 1 de Noviembre tres barcos británicos aún navegaban por sus aguas; uno el crucero auxiliar HMS Otranto, que como sabemos abandonó el combate para dirigirse a todo lo que daban sus máquinas primero al Oeste y luego al Sur, para atravesar el Cabo de Hornos en solitario. Otro era el HMS Canopus, que tras recibir el mensaje del Capitán Luce sobre lo sucedido viró 180º para regresar al Atlántico, conscientes sus Oficiales que poco podría hacer combatiendo en solitario contra todo el Escuadrón de Asia Oriental, y es que el HMS Canopus, aunque con seguridad hubiese hecho dudar a von Spee de iniciar el combate de haber estado presente, pues desconocía su verdadera valía, estaba lejos de ser la “ciudadela” que imaginaba Chuchill. Tras él navegaba a 20 nudos el HMS Glasgow, reuniéndose con el acorazado el día 6 ya pasado el Estrecho de Magallanes, navegando juntos hasta Las Malvinas, donde anclaron dos días más tarde. Se detuvieron el tiempo justo para cargar carbón, ayudados por la población local, temerosos de que los alemanes pudiesen aparecer en cualquier momento. Antes de partir el HMS Glasgow dejó un pequeño cañón de 101 mm y municiones para ayudar a los 300 hombres de la milicia encargada de defender el puerto en caso de desembarco germano, y a las 18:00 zarpaban en dirección al Río de la Plata como alma que lleva el diablo. Es un decir, porque durante la noche la maquinaria del HMS Canopus empezó a fallar de nuevo y su Capitán informó a Luce que necesitaría al menos cinco días para repararla. Intervino Fisher como Primer Lord del Mar y ordenó que el HMS Canopus regresase a Port Stanley, donde anclaría y al menos serviría como batería de costa, en el extremo Oeste del puerto, tras la península de arena y rocas que separaba el mismo del Atlántico Sur, donde resultaba casi invisible para cualquier buque que navegase hacia su bocana. Su tripulación se afanó por ocultarlo aún más, derribando el extremo de los mástiles y pintando las chimeneas y superestructura de verde y marrón, mientras se desembarcaban algunas piezas de artillería con las que se formaron tres posiciones defensivas en otros tantos posibles lugares de invasión, y con barriles de petróleo vacíos rellenos de explosivos se improvisó un pequeño campo de minas que podían ser detonadas eléctricamente desde la costa. Por último se estableció una posición de observación en Sapper Hill, una colina de 120 metros de altura desde donde se tenían unas magníficas vistas panorámicas del mar que rodeaba la ciudad, y se conectó telefónicamente con el HMS Canopus para servir como improvisado puesto de dirección de tiro. Los británicos se habían preparado lo mejor que podían para enfrentarse a un posible ataque del Escuadrón de Asia Oriental, ¿acudirían los alemanes a la cita? La respuesta forma parte de otra historia, la de la batalla de Coronel concluye aquí…

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