A finales de Diciembre la posibilidad de una guerra de desgaste interminable en el Frente Occidental parecía cada vez más probable, todos los miembros del Consejo de Guerra estaban de acuerdo en que Francia era el teatro decisivo, pero la mayoría creía que se podía hacer poco progreso allí a menos que las Potencias Centrales estuvieran ocupadas en otros frentes La inquietud de Churchill por los sangrientos ataques frontales en Francia le llevó a escribir al Primer Ministro Asquith "¿No hay otra alternativa que enviar a nuestros soldados a masticar alambre de púas en Flandes?", sin duda con el Plan Báltico rondándole en la cabeza. Asquith no respondió cuando, por extraordinaria coincidencia, una voz del exterior, una llamada urgente de un aliado inquieto, precipitó un cambio de rumbo en la política británica. En las primeras horas del 2 de enero la Oficina de Relaciones Exteriores recibió un mensaje del Gran Duque Nicolás, Comandante en Jefe del Ejército ruso. El Ejército turco está amenazándonos seriamente en el Cáucaso, explicaba el Gran Duque. ¿Hay algo que el Ejército o la Armada británica pudieran hacer para lograr que los turcos retirasen algunas de sus tropas? 

El mensaje del Gran Duque llegó en un momento en que la preocupación por Rusia era aguda en el gobierno británico, los Aliados le debían mucho a Rusia: la voluntad del Gran Duque y del Zar Nicolás II de lanzar una precipitada ofensiva en Prusia Oriental durante las primeras semanas de la guerra probablemente había salvado París, pero también le había costado a Rusia las derrotas devastadoras de Tannenberg y los lagos de Masurianos. Rusia había perdido un millón de hombres hasta la fecha, y los informes secretos de escasez de municiones y de 800.000 soldados rusos que esperaban sin rifles detrás de las líneas del frente habían llegado a la Oficina de Guerra británica. Gray envió el llamamiento del Gran Duque a Kitchener, quien más que ningún otro Ministro británico, temía la posibilidad de un colapso ruso y la consiguiente transferencia de Divisiones alemanas al Frente Occidental. El Mariscal de campo tomó el telegrama y se dirigió al edificio del Almirantazgo para discutir con Churchill qué posibilidades existían para ayudar a los rusos. ¿Podría la Armada, por ejemplo, hacer una demostración en los Dardanelos? Preguntó Kitchener. Churchill respondió que un ataque naval y militar combinado podría ser posible si Kitchener pudiese encontrar las tropas necesarias, pero el Mariscal respondió que no se podía prescindir de ni un solo soldado presente en Francia, la demostración que tenía en mente sería un ataque puramente naval.

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Lord Kitchener. 

A pesar de los temores de un colapso ruso la apelación del Gran Duque podría haber caído en saco roto en ese momento, de no ser por la presencia de Churchill en el Almirantazgo, quien en la mañana del 3 de Enero convocó a su Grupo de Guerra y les explicó la petición rusa y la declaración de Kitchener. Solo podían contar con la Royal Navy, ¿cuáles serían las perspectivas de un ataque puramente naval? Los Almirantes no eran optimistas, pero se llegó a un consenso de que se podría realizar algún tipo de esfuerzo, tal vez una renovación del bombardeo de los fuertes de los Dardanelos. En consecuencia, ese mismo día, se informó al Gran Duque que se llevaría a cabo una manifestación en los Estrechos, aunque resultaba poco probable que lograse una retirada significativa de las tropas turcas en el Cáucaso. Este telegrama comprometía a Gran Bretaña y en especial al Almirantazgo a algún tipo de acción, ahora Churchill y Fisher se enfrentaban a la pregunta de cuál debería ser ésta. Fisher, haciendo caso omiso de la reciente declaración de Kitchener, abogó por un asalto naval y militar inmediato, poderoso, conjunto. Propuso tomar 75.000 tropas británicas y 25.000 indias de Francia, embarcarlas en Marsella y desembarcarlas en el lado asiático de los Dardanelos. Simultáneamente los griegos debían desembarcar en la península de Gallipoli, mientras que los búlgaros marcharían sobre Adrianópolis y Constantinopla. En cuanto a la Armada, Fisher propuso que el Vicealmirante Sturdee dirigiese una flota de acorazados pre-dreadnought y avanzara con esta fuerza a través de los Dardanelos hasta el Mar de Mármara. Al leer el memorándum de Fisher Churchill vio de inmediato que los primeros tres puntos del plan del Primer Lord del Mar eran ilusorios: ni Kitchener ni French permitirían la retirada de 100.000 soldados de Francia, los griegos estaban lejos de estar listos para desembarcar en Gallipoli; los búlgaros todavía estaban esperando para determinar qué lado tenía más probabilidades de ganar la guerra. El único elemento del plan de Fisher que estaba dentro de las posibilidades del Almirantazgo fue la sugerencia del Primer Lord del Mar de que los antiguos acorazados forzaran el Estrecho, si es necesario por su cuenta. A esta propuesta Churchill se mostró inmediatamente atento. 

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Jackie Fisher.

Desafortunadamente, el memorándum de Fisher y la reacción de Churchill también representaron el comienzo de un malentendido que crecería y se agravaría hasta causar un desastre en la carrera de ambos hombres. Fisher, escribiendo el memorándum en su habitual lenguaje florido, nunca mencionó ni imaginó una ofensiva naval que intentaría forzar a los Dardanelos solo con barcos, pero Churchill, incluso mientras descartaba los elementos poco realistas de la carta de Fisher, aprovechó la referencia del viejo Almirante para forzar el Estrecho con antiguos acorazados. Seis clase Canopus y nueve clase Majestic, catalogados como "Los barcos menos valiosos de Su Majestad", debían ser desguazados en 1915, utilizarlos en un asalto puramente naval no necesitaría el permiso de Kitchener o la ayuda de los griegos y los búlgaros. Se creía que los fuertes de los Dardanelos estaban armados principalmente con cañones antiguos, que podían ser superados por los pesados cañones navales; los barcos los bombardearían si tener la necesidad de acercarse y, por lo tanto, se mantendrían intactos. Una vez que la flota hubiera superado las decrépitas fortalezas turcas, los campos de minas podrían limpiarse rápidamente y los buques de guerra podrían navegar hasta el Mar de Mármara. Bajo este prisma, una brillante visión estratégica se abrió ante los ojos de Churchill; el odiado Goeben resultaría hundido y nada se interpondría entre los acorazados Aliados y Constantinopla. Tan tambaleante era el Imperio otomano que incluso una amenaza a su capital derrocaría al Estado, y si no se rindiesen, los acorazados causarían estragos en la ciudad: la capital turca estaba construida en gran parte con madera y los cañones de la flota podrían crear un infierno, la única fábrica de municiones de Turquía y sus principales fábricas de armamento se encontraban en el Mar de Mármara, dentro del alcance de los disparos navales; las líneas ferroviarias a Europa y, en la costa asiática, a Anatolia, se extendían a lo largo de la costa. El ejemplo de Goeben también fue, en cierto modo, alentador; si la aparición ante Constantinopla de un solo crucero de batalla armado con diez cañones de 28 cm había sido fundamental para llevar a Turquía a la guerra, seguramente la llegada de una docena de acorazados con cuarenta y ocho cañones de 305 mm debería ser suficiente para expulsarla. Con Turquía fuera de la guerra, la ruta marítima a Rusia se reabriría, las municiones occidentales fluirían hacia al ejército ruso y el trigo se exportaría a Occidente. Los vacilantes estados neutrales de los Balcanes (Grecia, Rumania y Bulgaria) sabrían a quién favoreció la diosa Victoria y se apresurarían a unirse a la causa aliada. Y todo esto, un golpe maestro que acortaría drásticamente la guerra, se habría logrado únicamente con el gran arma que Churchill tenía en la mano, la Royal Navy.

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Churchill como Primer Lord del Almirantazgo.

No resulta complicado imaginar el estado de euforia interior que Churchill debió sentir durante los días en lo que el plan para alcanzar Constantinopla y sacar a Turquía de la guerra tomaba forma, si todo salía según lo planeado la Royal Navy habría ganado la guerra, él habría ganado la guerra, solo con el uso inteligente de anticuados acorazados en el lugar adecuado. El Primer Lord del Almirantazgo tenía prisa, el 3 de Enero envió urgentemente el siguiente telegrama al Vicealmirante Carden: "¿Considera usted que forzar los Dardanelos solo con buques de guerra es una operación viable? Se utilizarían viejos acorazados equipados con protecciones contra minas, que serían precedidos por buques carboneros u otras naves mercantes operando como barreminas, la importancia del resultado final justificaría severas pérdidas. Infórmeme de su punto de vista”.

Para un hombre como Carden, educado en la vieja escuela de Nelson o Mahan, para quienes atacar una fortaleza artillera con barcos era casi un sacrilegio, la propuesta de lanzar una flota en el interior de los Estrechos ante la oposición de numerosos fuertes artillados y cientos de minas debió resultar un tanto desconcertante, de modo que el día 5 respondió de forma cauta con el siguiente mensaje: “No creo que los Dardanelos puedan ser tomados de forma rápida, podrían ser forzados por operaciones prolongadas con gran número de buques". Esta respuesta, aunque prudente, fue suficiente para alentar a Churchill, quien la leyó ante el Consejo de Guerra y luego la llevó de vuelta al Almirantazgo para su discusión. Fisher vio el telegrama de Carden y no expresó ninguna opinión, pero más tarde Churchill escribió: "en este momento parecía no solo favorecer a la empresa, sino tratarla como un asunto prácticamente decidido". En consecuencia, el 6 de enero, Churchill envió otro mensaje a Carden, sin consultarlo previamente con Fisher: “Sus puntos de vista son compartidos por las altas autoridades. Por favor, telegrafíe en detalle su idea sobre cómo se desarrollarían las operaciones prolongadas, qué fuerza necesitaría y cómo considera que deba ser empleada". 

El Consejo de Guerra se reunió nuevamente el 8 de enero. Kitchener pensaba que los alemanes estaban a punto de comenzar una nueva ofensiva en Francia (en realidad esta no se concretaría hasta el 22 de Abril y con objetivos limitados, en lo que se denominó Segunda Batalla de Ypres). Lloyd George apeló por una contramedida británica en otra parte, su preferencia eran los Balcanes, para llevar ayuda a Serbia. Kitchener respondió que French todavía creía que las líneas alemanas en Francia podían romperse e insistió en que no se debe hacer ningún esfuerzo en otro teatro "hasta que la imposibilidad de romper el frente alemán en Francia haya sido demostrada ”. En cualquier caso, agregó que si se lanzara una ofensiva en un teatro secundario, “los Dardanelos parecían ser el objetivo más adecuado, 150.000 hombres podrían ser suficientes para ayudar a la flota a forzar el Estrecho y capturar Constantinopla ". Pero tras realizar esta observación, Kitchener volvió a su mantra invariable: "Desafortunadamente no tengo tropas disponibles." Nadie en el Consejo de Guerra cuestionó los argumentos de Kitchener; en esta etapa del conflicto todo lo que el Señor Supremo de la Guerra decía era aceptado sin cuestionarlo. Si Kitchener creía que un ataque en el Estrecho podría tener éxito, entonces podría tenerlo. Y si Kitchener decía que no había tropas británicas disponibles para tal empresa, ninguna lo estaba.

En la mañana del 12 de enero el detallado plan operacional de Carden llegó a Londres. El Vicealmirante sugirió un progreso gradual, bombardeando y silenciando los fuertes uno a uno. Primero atacaría las fortalezas de entrada desde fuera del Estrecho, una vez estas fuesen destruidas progresaría lenta y metódicamente por el mismo. Las numerosas baterías secundarias de la flota silenciarían las armas ocultas y se ocuparían de las baterías móviles. Los dragaminas limpiarían un canal a través del cual los acorazados se acercarían gradualmente hasta los fuertes principales en los Narrows y los demolería hasta tener vía libre hasta el Mar de Mármara. El tiempo requerido para las operaciones dependería en gran medida de la moral del enemigo bajo los bombardeos, cuyas guarniciones estarían muy “endurecidas” por la presencia de alemanes. También por las condiciones climáticas, las galernas resultan frecuentes en esta época del año, quizá podría hacerlo todo en un mes aproximadamente. El gasto de municiones sería grande y la fuerza requerida debía constar de doce acorazados pre-dreadnoughts, tres cruceros de batalla (para poder lidiar con el Goeben una vez llegados al Mármara) tres cruceros ligeros, dieciséis destructores, seis submarinos y doce dragaminas.

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Mapa con las defensas de los Dardanelos. 

El plan fue discutido el mismo día por el Grupo de Guerra del Almirantazgo, que incluía a Fisher, Wilson, Jackson y Oliver. Nadie protestó, "el plan produjo una gran impresión en todos los que lo vieron", dijo Churchill más tarde. “Tanto el Primer Lord del Mar como el Jefe de Estado Mayor (Oliver) parecieron favorables, nadie en ningún momento arrojó la menor duda sobre su solidez técnica del plan, por el contrario, todos lo trataron como una propuesta extremadamente interesante y esperanzadora ”. De hecho, Fisher hizo una propuesta de gran importancia, sugirió enviar a Carden el nuevo acorazado HMS Queen Elizabeth, el primero de una clase de cinco acorazados armados con ocho cañones de 381 mm. El barco, en ese momento el buque de guerra más poderoso del mundo, tenía programado partir en febrero para realizar ejercicios de calibración de armas en las tranquilas aguas del Mediterráneo frente a Gibraltar, libres de submarinos alemanes hasta ese momento. Fisher ahora propuso que el acorazado probara sus enormes armas contra las fortalezas turcas en los Dardanelos en lugar de "disparar inútilmente todas sus municiones al mar en Gibraltar".

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HMS Queen Elizabeth en 1915. 

A mediados de Enero Churchill y el Almirantazgo estaban dispuestos a que la flota recorriese cuarenta millas por una estrecha vía de agua defendida por fuertes equipados con cañones pesados y también por numerosas baterías de obuses móviles, en contra de las tradiciones navales británicas. Aunque lejano existía un precedente esperanzador, cuando en 1807, durante las Guerras Napoleónicas, el Almirante Sir John Duckworth atravesó los Dardanelos en demanda de su aliado ruso, cruzándolo en ambos sentidos con siete navíos de línea sufriendo la pérdida de solo 46 muertos y 235 heridos. Existía otro más cercano y menos tranquilizador, que debía estar en la mente del Primer Lord del Mar, pues Fisher era Capitán del HMS Inflexible, el acorazado más poderoso del mundo en ese momento, cuando en Julio de 1883 la Mediterranean Fleet bombardeó los fuertes de Alejandría. Tras todo un día de bombardeo, durante el cual se dispararon 3.000 proyectiles, solo 10 de los 44 cañones pesados egipcios habían sido puestos fuera de combate. Churchill creía que las lecciones de esta experiencia se habían modificado, si no se habían invalidado, con la nueva tecnología de la guerra moderna. Le había impresionado profundamente el éxito de la artillería pesada alemana en el Frente Occidental, cuando las fortalezas de Lieja, consideradas entre las más poderosas del mundo, habían resultados destruidas en unos pocos días, a veces en unas pocas horas, por los obuses de asedio alemanes. Si las fortalezas belgas estaban indefensas contra estas armas pesadas, ¿cómo podrían las antiguas fortalezas turcas en los Dardanelos resistir los cañones 305 y 381 mm de los acorazados británicos? Desafortunadamente el Primer Lord del Almirantazgo ignoró o malinterpretó las diferencias entre el control de la artillería terrestre alemana a corta distancia de las posiciones adelantadas y el disparo de armas navales contra objetivos a siete u ocho millas de distancia, sin medios para detectar con precisión la caída del proyectil. El cañón de asedio austrohúngaro o alemán disparaba en trayectoria parabólica y un observador artillero indicaba a la batería que corrigiera el tiro hasta que el proyectil cayera precisamente en el lugar deseado. Los cañones navales de grueso calibre tenían un diseño y un propósito completamente diferente, los proyectiles disparados con una alta velocidad de salida tenían una trayectoria tensa con el fin de alcanzar a los buques de guerra enemigos a la mayor distancia posible. Detectar la caída del disparo en el mar resultaba sencillo por la erupción de una gran columna de agua donde caía el proyectil, pero cuando un barco dispara contra un fuerte el impacto no produce una columna de agua fácilmente perceptible, sino una nube de escombros y polvo que oculta aún más el objetivo, lo que proporciona al observador, a miles de metros de distancia., poca ayuda para corregir su puntería. Pero todas estas lecciones aún estaban por aprender.

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Fuerte belga en Lieja destrozado por la artillería de asedio alemana.

Durante siglos los otomanos habían atendido a la protección de los Dardanelos contra la posibilidad de un ataque naval, de modo que hasta dieciséis fuertes de distinto tamaño defendían las 24 millas desde su entrada en el Mediterráneo hasta los Narrows, el estrechamiento a la altura de Chanak (Canakkale). El sistema defensivo se basaba en tres líneas, la primera de ellas en la entrada, protegida por las fortalezas exteriores, antiguas estructuras de mampostería almenadas, construidas en los acantilados blancos del lado norte o en la llanura del Sur. El gran fuerte de Sedd el Bahr, construido en el siglo XVII contra los venecianos y ubicado en territorio europeo, albergaba un grupo mixto de armas; dos cañones de 280 mm, cuatro de 254 mm y otros tantos de 152 mm, con un alcance máximo de 7.500 metros, adecuado para disparar contra cualquier buque que intentase forzar el paso, pues como sabemos la anchura es poco más de tres kilómetros, pero insuficiente para lidiar con la moderna artillería de los acorazados que se acercasen desde mar abierto, pues incluso la de los pre-dreadnoughts tenía mayor alcance. Cerca de allí, en la punta de la península de Gallipoli, el pequeño fuerte de Cape Helles estaba dotado con dos cañones de 240 mm, con un alcance algo superior, alrededor de 9.000 metros. Al otro lado del estrecho, en las orillas verdes bajas del lado sur o asiático, el principal fuerte era Kum Kale, el cual albergaba dos cañones de 280 mm, cuatro de 254 mm, uno de 203 mm y dos de 152 mm. Otro fuerte menor en la costa asiática contenía dos cañones de 240 mm. En suma, un total de dieciséis cañones de grueso calibre y siete de mediano defendían la entrada a los Dardanelos. La defensa intermedia estaba formada por cañones de mediano calibre, la mayor parte de ellos de 152 mm, situados en cinco baterías permanentes, una en el lado europeo y las otras cuatro en el lado asiático, pero después del bombardeo aliado del 3 de Noviembre de 1914, alemanes y turcos hicieron adiciones a esta defensa intermedia, escondiendo en laderas, cuevas y barrancos ocho baterías móviles formada cada una por cuatro piezas de 152 mm, en total 32 nuevos cañones para cubrir las 24 millas hasta Chanak. Aquí, en los Estrechos, se encontraba la defensa definitiva de los Dardanelos, donde estos alcanzan su menor anchura, poco más de kilómetro y medio, cualquier barco que intentara cruzarlo sería disparado a quemarropa por los fuertes construidos en la zona, entre los que destacaban por su importancia dos antiguas fortalezas, Kilid Bahr en la costa europea y Chanak Kale en la asiática. Frente a cada una de estas antiguas ciudadelas, justo por encima de la playa, recientemente se habían construido fortificaciones con parapetos de tierra apisonada. Aquí los turcos habían montado setenta y dos cañones de diferentes rangos y calibres, incluyendo cinco piezas de 356 mm con un alcance de quince kilómetros, más otras varias de 280 y 233 mm, con una alcance de unos nueve kilómetros. Aunque menos de una veintena de estas armas eran de diseño moderno, las municiones eran limitadas y la cadencia de disparo bastante lenta, representaban un obstáculo formidable. Pero el eje de la defensa se encontraba bajo el agua entre las fortalezas de ambas costas, diez líneas sucesivas (más otra que corría paralela a la costa asiática) distanciadas 80 metros entre sí y que contenían un total de 324 minas, ningún buque podría llegar al Mármara sin que antes hubiesen sido dragadas.

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Mapa con las defensas de los Dardanelos.

Antes de que la flota prevista para la Campaña de los Dardanelos llegase a reunirse, Churchill tuvo que lidiar con una marejada en el seno del Almirantazgo, o mejor dicho, un mar de fondo que se convertiría en maremoto transcurridos unos meses. De repente, tras una reunión del Consejo de Guerra el 13 de Enero donde el Primer Lord del Almirantazgo expuso con toda su vehemencia y capacidad de persuasión las ventajas que proporcionaría el plan previsto, Fisher se opuso frontalmente al mismo. Las razones del Primer Lord del Mar no están del todo claras, más allá de su idea preconcebida sobre que la Armada debía usarse como “lanzadera” del Ejército, y que arriesgar barcos solo tenía sentido en un compromiso en el Mar del Norte. También debió influir comprobar como la Campaña en los Dardanelos relegaba el Plan Báltico, su obsesión desde que ocupó el puesto, a un segundo plano, e hizo saber a Churchill que el traslado de buques al Mediterráneo debilitaría a la Royal Navy en el Mar del Norte. Para el Primer Lord del Almirantazgo no resultó complicado demostrar con números lo erróneo de este planteamiento, la ventaja de la Grand Fleet sobre la Hochseeflotte no dejaba de aumentar, sobre todo ahora que empezaban a asignarse los cinco nuevos acorazados clase Queen Elizabeth, a los que seguirían otros tantos clase Revenge, todos ellos armados con cañones de 381 mm. Fisher apeló entonces al regreso de la flotilla de destructores asignada a la Campaña contra Turquía, pero los números seguían siendo muy favorables a los británicos respecto a los alemanes, y por último a que si los pre-dreadnoughts resultaban hundidos, se perderían con ellos sus tripulaciones, que debían formar el complemento de los nuevos acorazados que ahora estaban en astilleros. Este último punto era el único que tenía algo de base, pero resultaba complicado suponer que una docena de antiguos acorazados volasen por los aires junto a todos sus tripulantes, cuando el plan de Carden especificaba que se utilizarían para el bombardeo a distancia de los fuertes turcos, en un avance metódico y sin riesgos. Churchill pensaba que había convencido al veterano Almirante, pero se equivocaba, y durante un nueva reunión del Gabinete de Guerra el 28 de Enero, cuando de nuevo se trató el asunto de los Dardanelos, Fisher se levantó de la mesa siendo seguido por Kitchener, quien le preguntó que ocurría. La respuesta fue que pensaba dimitir, pero el Mariscal le hizo ver que era el único que se mostraba en desacuerdo con el plan, que el Primer Ministro Asquith había tomado una decisión y era su deber acatarla, consiguiendo que regresara a la mesa. Estos movimientos no pasaron desapercibidos a Churchill, que tras la finalización del Consejo se reunió con Fisher, manteniendo una larga conversación en la que por fin el Primer Lord del Mar pareció dar su aprobación a la operación, tanto que añadió a la misma los pre-dreadnoughts HMS Agamemnon y Lord Nelson, los últimos construidos por Gran Bretaña, y los buques más potentes de la Royal Navy tras los acorazados modernos.

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Churchill y Fisher.

La flota aliada empezó a reunirse en la base adelantada de Mudros, un inmenso puerto natural en la isla de Lemnos, cedida por el anglófilo Primer Ministro griego Venizelos. Procedentes de todos los lugares del globo se concentraron en la bahía el buque insignia HMS Queen Elizabeth, armado con ocho cañones de 381 mm, el crucero de batalla HMS Inflexible con otros tantos de 305 mm, así como doce pre-dreadnought británicos, diez de ellos armados con cuatro piezas de 305 mm como artillería principal y dos (los HMS Triumph y Swiftsure) con otras tantas pero de 254 mm. Los franceses añadieron otros cuatro pre-dreadnoughts a la empresa (Suffren, Bouvet, Gaulois y Charlemagne), cada uno de ellos armados con cuatro piezas de 305 mm, por lo que en total la flota reunida portaba 8 cañones de 381 mm, 64 de 305 mm, 8 de 254 mm y 20 de 234 mm (estos últimos montados en ambos clase Lord Nelson), a los que sumar una artillería secundaria que superaba el número de 120 piezas de 152 mm o calibre similar, que se suponía deberían dar buena cuenta de las baterías móviles enemigas. Como buques de escolta figuraban cuatro cruceros ligeros y quince destructores británicos y cuatro franceses y ocho submarinos (cuatro de cada nacionalidad). Casi desapercibidos entre tal cantidad de buques pasaban 21 arrastreros británicos y 14 franceses reconvertidos en dragaminas, con tripulaciones civiles, el primer gran error cometido en la empresa que estaba a punto de iniciarse. A la flota se le habían asignado dos Batallones de los Royal Marines, una pequeña fuerza terrestre no pensada para enfrentarse a ninguna resistencia rival, sino para aprovechar las ocasiones que pudiesen surgir, y llevarían a cabo su cometido satisfactoriamente, como veremos. Como adjunto del Vicealmirante Carden figuraba el Contralmirante John de Robeck, y como Jefe de su Estado Mayor el Comodoro Roger Keyes, quien había servido como agregado naval en Constantinopla entre 1906 y 1907, años en los que frecuentemente había navegado por los Dardanelos observando detenidamente las fortalezas que lo defendían, y que estaba llamado a convertirse en uno de los protagonistas de la Campaña que se avecinaba.

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Comodoro Keyes.

Foro de discusión:

https://elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?f=101&t=26326

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