Tras este hundimiento de Robeck ordenó la retirada de todos los acorazados excepto el HMS Majestic en Cabo Helles, rodeado de una pantalla de destructores y temiendo durante toda la tarde resultar alcanzado por un torpedo, aunque nada sucedió y al caer la noche navegó hacia Mudros. El siempre combativo Keyes zarpó a bordo del destructor HMS Grampus con la esperanza de localizar al submarino enemigo en superficie y embestirlo, pero no tuvo suerte, en esos momentos el SM U-21 navegaba de nuevo hacia el Norte con el fin de torpedear en Alexandrópolis al crucero Askold, pero al amanecer encontró el puerto vacío pues los rusos habían tenido la buena idea de abandonarlo, por lo que Hersing decidió regresar a las costas de Gallipoli. El Vicealmirante de Robeck pensó que la Armada no podía dejar abandonado al Ejército y se ordenó al HMS Majestic que regresara a Cabo Helles, con su tripulación muy baja de moral, hasta el punto de que sus Oficiales terminaron hasta la última botella de champán porque sería un desperdicio que acabase en el fondo del mar. El día 26 transcurrió sin novedades, pero al amanecer del 27 el SM U-21 se encontraba de nuevo al acecho en los Dardanelos y cedemos la palabra a su Comandante: “Había mar gruesa mientras cruzamos por aquellos parajes y divisamos algunos buques en lontananza, más ningún acorazado, no cabía duda de que estos gigantes de la mar no volverían a cruzar indolentemente por estas aguas disparando toneladas de explosivos contra las posiciones turcas. Navegando hacia el Sur alcanzamos la extremidad de la península y a través del periscopio observo una inusitada animación en la playa y sus inmediaciones, mostrando que se trata de un desembarco de tropas. Hay unos cuantos transportes fondeados junbto a la playa y, a unos 500 metros de esta, fondeado un acorazado clase Majestic protegiendo la operación. Se halla rodeado de una tupida red de buques menores que hacen difícil aproximarse al acorazado, aunque afortunadamente la marejadilla impide que se vea la estala que deja el periscopio. Nos acercamos hasta los 600 metros en una buena posición para torpedearle, pero los buques de vigilancia cruzan sin cesar la trayectoria que ha de seguir el torpedo, y me enervan de tal suerte que si alcanzo a uno de ellos juro que me alegraré. Me armo de paciencia y al final parece que la situación se despeja, ahora solo hay cerca un buque de patrulla, pero ha de navegar más rápido si quiere colisionar con el torpedo. ¡Fuego!”. Dos torpedos atravesaron las redes que pendían de los desplegados tangones y alcanzaron al HMS Majestic en el costado de babor, escorando inmediatamente el buque unos 40 grados, aunque por suerte para la tripulación se mantuvo de esta guisa siete minutos y muchos hombres pudieron salvarse, incluso cuando el buque zozobró y quedó con la quilla al aire y la proa asentada en un banco de arena, uno de ellos recorrió todo el pantoque hasta alcanzar la parte no sumergida y se quedó allí sentado hasta que un bote se acercó a rescatarle. Menos suerte tuvieron 40 de sus compañeros que fallecieron en el hundimiento, cuyas consecuencias fueron que ningún otro acorazado volviese a surcar las aguas de Gallipoli, con la repercusión de que las tropas desembarcadas se quedaron, hasta la llegada de varios monitores, sin el vital apoyo de artillería de grueso calibre. El SM U-21 permaneció en esas aguas algunos días más sin encontrar blanco alguno, audazmente intentó penetrar en la bahía de Mudros la noche del 29, quedando enganchado en las redes defensivas que protegían el puerto, aunque logró zafarse antes de que ningún patrullero le descubriese, encaminándose finalmente hacia Constantinopla, donde hacía su entrada triunfal el 1 de Junio.

Zoom in (real dimensions: 1024 x 758)Imagen
HMS Majestic.

La salida forzosa de Churchill del Almirantazgo no acabó con su obsesión por los Dardanelos, nada ver constituirse el nuevo Gobierno distribuyó un memorándum entre sus Ministros en el que argumentaba que si bien los Aliados no disponían de tropas y municiones suficientes para lograr un resultado decisivo en el Frente Occidental, un refuerzo comparativamente pequeño de las fuerzas de Hamilton podría lograr un resultado decisivo en Gallipoli. Escribió: “Tan solo con que el Ejército avance tres o cuatro millas península arriba, la flota podrá entonces navegar hasta el Mármara, con lo que todos los objetivos originales podrán ser alcanzados; el colapso del Imperio Otomano, el apoyo a Rusia, la lealtad de los Balcanes. ¿En qué otro teatro de guerra podría lograrse una victoria así antes de los tres meses siguientes?” Este punto de vista fue adoptado por Kitchener, que aceptó enviar a los Dardanelos cinco de las nuevas Divisiones que se estaban formando en Gran Bretaña, lo que aumentaría a trece las Divisiones bajo el mando del General Hamilton. Todos tenían claro que este debía ser el esfuerzo decisivo y se trazó un plan para que los refuerzos desembarcasen en la bahía de Suvla, escasamente defendida, desde donde deberían avanzar con rapidez para apoderarse de las alturas de Chunuk Bair. En la noche del 6 de Agosto se inicia la operación, 7.000 hombres son desembarcados en un primer escalón utilizando las barcazas K-Boats (más conocidas como “escarabajos”), las mismas que Fisher ordenó construir nada más llegar al Almirantazgo con vistas a su Plan Báltico, y que podían transportar 500 hombres cada una. El desembarco es un éxito y en 24 horas 20.000 soldados ocupan la playa y el lago salado ante la oposición de tres batallones otomanos con no más de 1.800 hombres, pero ¡ay!, los mandos subalternos de Hamilton encargados de dirigir la operación son viejos Generales sacados de la reserva con nulo conocimiento de la guerra actual, y durante dos días sus inexpertos soldados no realizan esfuerzo alguno en ocupar las alturas, clave de toda la operación. A Hamilton y Keyes se les llevan los demonios, se acercan personalmente a la cabeza de playa y ordenan que se tome Chunuk Bair antes de que lleguen los refuerzos turcos procedentes de Bulair, que se calculaba necesitarían al menos 36 horas para alcanzar las cimas. Finalmente un pequeño grupo de hombres alcanzó una de las alturas y por primera vez los británicos pudieron observar “un maravilloso paisaje, ahí abajo estaban los Estrechos, los refuerzos turcos que estaban llegando desde Asia Menor, los camiones que huían. Dominábamos Khilid Bair, la retaguardia de Achi Baba y las comunicaciones de todo el Ejército allí destacado”. Pero por poco tiempo, Mustafá Kemal se hizo cargo de todo el frente de ANZAC y Suvla, los refuerzos desde Bulair acababan de llegar y en un contraataque devastador para los británicos los desalojaron de las alturas, los aliados volvieron a fracasar a causa de sus errores y Kemal, que estuvo cuatro días sin dormir a base de drogas, logró una fama imperecedera.

Zoom in (real dimensions: 620 x 930)Imagen
Mapa con los desembarcos en Suvla.

Una vez establecidas las trincheras y alambradas se regresó a la tónica de siempre, frentes estabilizados y numerosas pérdidas por ambas partes sin lograr objetivo alguno, hasta 45.000 bajas sufrieron los Aliados en las batallas que se prolongaron todo Agosto. La Armada volvió a apoyar con su artillería las cabezas de puente, los pequeños submarinos alemanes que se enviaron por tierra para ser ensamblados en Turquía no lograron repetir los éxitos del SM U-21, pero los barcos sufrieron el fuego de la artillería otomana, por ejemplo el 12 de Agosto el acorazado HMS Swiftsure resultó alcanzado repetidamente frente a Suvla y sufrió cinco muertos y diez heridos, mientras el crucero protegido HMS Grafton tuvo que lamentar nueve muertos y diez heridos. La derrota tuvo graves consecuencias en los Balcanes, pues Bulgaria se sumó a las Potencias Centrales a mediados de Octubre, hecho que significó el golpe de gracia para Serbia e incluso puso en peligro a las fuerzas anglo-británicas desembarcadas en Salónica, hacia donde se dirigieron los refuerzos que debían cubrir bajas en Gallipoli, que además tuvo que ceder dos Divisiones al frente balcánico. Finalmente Kitchener envió un telegrama a Hamilton el 16 de Octubre preguntándole por una estimación de bajas si se decidiese la evacuación de la península, y la réplica del irritado General fue que la mitad de las tropas y todo el material, aunque en privado reconociese que quizá no sobrepasaran un 35%. La perspectiva de perder unos 40.000 hombres asustaba al Mariscal y fue el Comodoro Keyes quien le ofreció una salida a la disyuntiva que le agobiaba; un nuevo plan para forzar los Dardanelos con la flota.

El Comodoro Keyes estaba horrorizado por el fracaso en ocupar las colinas tras el desembarco en Suvla y la consiguiente matanza durante el mes de Agosto, en su pensamiento la flota podría finalizar la Campaña con un número de bajas muy inferior forzando el paso de los Estrechos, y encontró un aliado en el Vicealmirante Wemyss, el Comandante en Jefe de la base de Lemnos. Su plan era muy sencillo, una veintena de destructores equipados con paravanes y docenas de arrastreros reconvertidos dragarían los campos de minas al amanecer bajo la cobertura de una cortina de humo, se abrirían paso a la fuerza seguidos de los acorazados más antiguos, mientras el resto y los monitores sometían a un fuego constante los fuertes otomanos. Contaba a su favor con el hecho de que ahora los Estrechos habían sido fotografiados de tal modo que se conocía la ubicación de cada mina, además de que la aviación bajo el mando del Comodoro del aire Samson podía mantener quince aparatos simultáneamente en el aire, que podrían dirigir con mayor precisión la artillería de los acorazados contra los fuertes, fuertes que además se sabía disponían de menos cañones que en Marzo, pues muchos de mediano calibre habían sido reubicados en los frentes de Gallipoli. Keyes aceptaba que la flota sufriría pérdidas, pero solo con que uno o dos acorazados y algunos cruceros y destructores cruzasen el Estrecho la Campaña se habría ganado, pues la carretera de Bulair, por donde recibían todos los suministros las veinte Divisiones turcas que se hallaban en la península, corría cerca de la costa y quedaría cortada por el fuego de los buques. El Vicealmirante de Robeck, bajo el peso de haber perdido seis acorazados en lo que llevaban de Campaña, se mostraba opuesto a cualquier plan que significase nuevas mermas en la flota, pero ante la insistencia de Keyes y Wemyss, este último a fin de cuentas con mayor antigüedad como Vicealmirante, finalmente aceptó que el Comodoro expusiera su plan a los Comandantes de la flota, quienes sentían la necesidad de apoyar de algún modo al Ejército pero, excepto el siempre combativo Guepratte, dudaban de la viabilidad del plan. Finalmente se llegó al compromiso de que Keyes viajase a Londres y lo presentase personalmente ante el Almirantazgo, de modo que en Octubre el Comodoro embarcó con destino a Gran Bretaña, donde mientras tanto se precipitaban los acontecimientos que inclinarían la balanza hacia una nueva ofensiva o el reembarco de las tropas.

En una reunión el 14 de Octubre del Gabinete de Guerra se leyó la desabrida respuesta de Hamilton a la pregunta sobre el porcentaje de bajas que se sufriría en caso de ordenar la evacuación de la península, y sus miembros decidieron que era hora de destituir al General. Su lugar sería ocupado por el General Monro, que se había ganado cierta reputación en el Frente Occidental y además se sabía partidario de no malgastar tropas en otros lugares que no fuese Francia, de modo que cuando llegó a Lemnos el 28 de Octubre, el mismo día en que Keyes desembarcaba en Londres, solo necesitó un día para visitar las tres cabezas de playa y recomendar la inmediata evacuación, lo que llevó a que Churchill comentase con su elocuencia habitual que “Monro es un General de rápidas decisiones, llegó, vio y capituló”. Cuando Kitchener le telegrafió para preguntarle por las probables bajas durante la evacuación la respuesta fue que unos 40.000 hombres, cifra que hizo vacilar al Mariscal y al resto del Gabinete, titubeo que ofrecía a Keyes la oportunidad que estaba buscando. El Comodoro entregó si plan en mano al Almirante Oliver, Jefe del Estado Mayor, el 29 de Octubre, y ese mismo día y el siguiente se reunió con Balfour, Primer Lord del Almirantazgo, para exponerle todos los detalles, y tanto este como Jackson, Primer Lord del Mar, se inclinaron por aceptar la propuesta, solo con la condición de que el Ejército atacase al mismo tiempo. Finalmente Keyes pudo reunirse con Kitchener el 3 de Noviembre, y para el Mariscal fue una bendición poder aferrarse a un plan alternativo a la evacuación y la pérdida de docenas de miles de hombres; en ese momento parecía que el Comodoro podría finalmente llevar a cabo el ataque que tanto tiempo llevaba concibiendo. 

Los bandazos que se sucedieron en Londres durante los primeros días de Noviembre solo fueron un prolegómeno de los encontronazos entre los defensores de reanudar el ataque en los Dardanelos y los partidarios de una evacuación, choque que se produjo a todos los niveles, en el Gabinete de Guerra, en el Almirantazgo y entre los mandos presentes en Gallipoli. La Campaña incluso había afectado al hasta entonces imperturbable Mariscal Kitchener, quien tras reunirse con Keyes escribió un telegrama personal y secreto al General Birdwood, el Comandante de las tropas ANZAC y que llevaba presente en la Campaña desde sus inicios, informándole que tenía pensado enviar al General Monro a Salónica y que él se quedaría al mando de todas las tropas presentes en Gallipoli así como de los refuerzos que pudiesen enviarle, con el fin de planear un desembarco en Bulair para apoyar a la Armada en su nuevo intento de forzar los Estrechos. Acto seguido también envió un mensaje al Gabinete de Guerra informando de la destitución de Monro y que Birdwood se pondría al mando de la expedición, y que él mismo viajaría hasta Lemnos para supervisarlo todo. Hasta la medianoche el Mariscal estuvo reunido con Keyes estudiando los planes, y acordaron viajar juntos hasta Gallipoli siempre que el Comodoro lograse que el Almirantazgo le proporcionase refuerzos para la empresa; todo parecía decidido gracias al empuje y capacidad de persuasión de Keyes, que a la mañana siguiente logró que le asignasen cuatro acorazados, otros tantos destructores y dos docenas de arrastreros como adición a la flota que ya se encontraba en Mudros, al mismo tiempo que el Primer Lord del Almirantazgo le enviaba un mensaje a de Robeck indicándole que debía regresar de permiso a Gran Bretaña y pensar en un sustituto que estuviese dispuesto a emprender un nuevo ataque naval a los Estrechos, sustituto que solo podía ser Wemyss. Pero la reunión del Gabinete de Guerra esa misma tarde demostró que la ascendencia de Kitchener ya no era la misma que al inicio del conflicto, Bernard Law amenazó con dimitir si no se evacuaban las tropas (seguramente por oposición a Churchill, a quien odiaba) y Balfour dejó claro que la Armada se implicaría solo en el caso de que el Ejército realizase un nuevo esfuerzo, acción que en ese momento el Mariscal no estaba en condiciones de prometer. Antes de partir hacia Francia para subir a un buque en Marsella que le llevase a Lemnos, Kitchener volvió a escribir a Birdwood para indicarle que se olvidase del telegrama anterior y planificase la mejor forma de sacar a las tropas de allí, pero al llegar a París y reunirse con el Gobierno francés este le informó que se oponía a la evacuación, y en un nuevo giro, escribió de nuevo a Birdwood (que para entonces no debía saber a qué atenerse) para indicarle que aún era posible recibir refuerzos y que se llevase a cabo el ataque. También escribió a Keyes para que se reuniese con él en Marsella y viajar juntos hacia los Dardanelos en el crucero ligero HMS Darmouth con el fin de dar forma definitiva al nuevo esfuerzo, pero por mor de uno de esos pequeños gestos que pueden cambiar el destino, el mensaje nunca llegó al Comodoro, pues el Oficial de guardia en el Almirantazgo que lo recibió decidió no transmitirlo porque pensó que Keyes no tendría tiempo de llegar hasta Marsella. De este modo Kitchener zarpó solo y malhumorado pensando en que la Armada le estaba fallando, mientras un radiante Keyes se detenía en París para reunirse con el Ministro de Marina francés, que le prometió otros seis buques de refuerzo.

Zoom in (real dimensions: 800 x 586)Imagen
HMS Darmouth.

Dada la reconocida capacidad de persuasión del Comodoro y la ansiedad del Mariscal por encontrar una salida al embrollo de los Dardanelos, es posible que en un viaje de una semana juntos en el HMS Darmouth Keyes hubiese logrado que Kitchener recuperase la seguridad en sí mismo y al desembarcar en Lemnos se impartiesen las órdenes necesarias para un nuevo ataque sin más titubeos, pero cuando el Mariscal concluyó su viaje y se reunió con los Comandantes del Ejército se encontró con que la mayor parte de ellos se mostraban a favor de la evacuación, el Vicealmirante de Robeck se opuso frontalmente a un nuevo ataque naval y una visita a cada una de las tres cabezas de puente le desanimó aún más. Las noticias de que el Ejército de Salónica no había conseguido ningún éxito en socorrer a los serbios y que el Rey de Grecia amenazaba con internarlo le hizo partir inmediatamente hacia Salónica, y allí fue por fin donde Keyes pudo encontrarse con él, quedando asombrado cuando Kitchener le espetó que había reconocido el lugar y que “es un sitio espantoso y usted nunca conseguirá abrirse paso”. El Comodoro le hizo ver que el Mariscal acababa de llegar mientras él llevaba ocho meses allí y conocía el terreno, estaba seguro de que lograría forzar los Estrechos, máxime ahora que los refuerzos en forma de buques estaban llegando, solo necesitaba la orden de atacar. Un dubitativo Kitchener se retiró a su camarote, Keyes escribió en su diario “no pude evitar sentir lástima por él, parecía terriblemente cansado y agobiado”. Con el Mariscal abatido y de regreso a Londres la decisión sobre el terreno de reanudar el ataque o evacuar quedó en manos de dos personas que intentarían por todos los medios convencer a los Generales del Ejército y a Londres de las virtudes de sus respetivos planes, todo se redujo a un pulso entre el Comodoro Keyes y el General Monro.

Zoom in (real dimensions: 1000 x 568)Imagen
El Mariscal Kitchener y el General Birdwood en Gallipoli.

Pese a que finalmente Kitchener había recomendado al Gabinete de Guerra que se abandonasen las cabezas de playa de Suvla y ANZAC, mientras se mantenía por el momento la de Cabo Helles, nada estaba decidido aún, pues en el propio Gabinete la nueva estimación de bajas durante la evacuación, unas 25.000, seguía pareciendo muy elevada, Lord Curzon pintaba un sombrío panorama sobre soldados huyendo en un sálvese quien pueda hacia las playas mientras resultaban masacrados por los turcos, y Hankey, Secretario del Gabinete, hizo ver que las tropas enemigas liberadas de Gallipoli podrían caer sobre Rusia o las posiciones británicas en Oriente Medio. Un elemento fortuito también concedió tiempo adicional a Keyes, la gran tormenta que se desencadenó sobre la Península el 27 de Noviembre, que destrozó embarcaderos y anegó las trincheras, seguida de una helada que terminó de convertir el campo de batalla en un infierno, hasta 200 hombres murieron ahogados, 5.000 sufrían de congelación y otros tantos habían causado baja por otros motivos.

Con de Robeck de regreso a Gran Bretaña, Wemyss y Keyes insistieron en su plan de forzar los Estrechos, entrevistándose con todos los Comandantes del frente, ganando a varios para su causa, lo que conllevó a que Monro les prohibiese reunirse con los marinos sin su presencia. El Gabinete de guerra seguía titubeando si dar prioridad a Salónica o Gallípoli, y finalmente debieron ser rusos y franceses quienes diesen la puntilla a la Campaña al declarar que no se podía abandonar el frente de Salónica, por lo que desde Londres se emitieron órdenes el 7 de Diciembre para la evacuación de Suvla y ANZAC, ante la consternación del Vicealmirante Wemyss, quien escribió al Almirantazgo: “La Armada está preparada para actuar en solitario, lo que ofrecemos al Ejército es la completa interrupción de las líneas de comunicaciones turcas gracias a la destrucción de los grandes almacenes de suministros que se hallan en las orillas de los Dardanelos”. Pero ya era demasiado tarde, el Almirantazgo no estaba dispuesto a actuar solo, el 10 de Diciembre hizo saber a Wemyss que su plan se había rechazado y que todo debía disponerse para evacuar a los 83.000 hombres presentes en ambas cabezas de playa.

La Armada informó que el máximo de hombres que podría reembarcar en una noche era de 20.000, por lo tanto se siguió un plan para evacuarlos espaciadamente de tal forma que los otomanos no fuesen conscientes de lo que estaba ocurriendo, de modo que del 12 al 17 de Diciembre 43.000 hombres ya habían salido de la península, mientras 20.000 fueron evacuados la noche del 18 y otros tantos, los últimos, en la del 19, sin que hubiese que lamentar ninguna baja en una brillante operación que no dejaba de ser una retirada. El éxito animó a que el Gabinete también tomase la decisión de evacuar Cabo Helles, al tiempo que volvía a enviar a de Robeck a los Dardanelos destinando a Wemyss a las Indias Orientales, mientras Monro partía hacia el Frente Occidental y Birdwood quedaba al mando de las tropas, por lo tanto el último acto de la Campaña recaía en tres hombres que habían estado presentes desde su inicio; de Robeck, Keyes y Birdwood. Los 37.000 hombres presentes en Helles también fueron reembarcados por etapas, los últimos 17.000 en la noche del 8 de Enero, de nuevo sin sufrir bajas, pero dejando atrás las tumbas de 57.000 hombres más una ingente cantidad de material en forma de municiones, conservas, harina o madera, según Von Sanders se necesitaron dos años para reunirlo todo.

La gran flota presente en Lemnos comenzó a dispersarse, muchos de los obsoletos acorazados terminando sus días como buques de alojamiento mientras sus tripulaciones eran embarcadas en barcos de nueva construcción, solo permanecieron en Mudros algunos buques menores y monitores, así como los dos clase Lord Nelson para prevenir una improbable salida del SMS Goeben… ¿o no tan improbable?

La conquista de Rumanía permite el abastecimiento de carbón y la llegada de repuestos para los SMS Goeben y Breslau, pero estos deben permanecer a la defensiva mientras el Vicealmirante Kolchak hace planes para desembarcar y ocupar el Bósforo, con el fin de sacar a Turquía de la guerra y reabrir la tan necesaria ruta de abastecimiento con los aliados anglo-franceses. Pero la revolución de Febrero acabó con todas las disposiciones al efecto, y a medio plazo, con la derrota rusa y la salvación momentánea de un exhausto Imperio Turco. Desaparecido el peligro en el Este, los ojos de los siempre combativos buques germanos se vuelven hacia el Mediterráneo.

Zoom in (real dimensions: 750 x 383)Imagen
SMS Goeben.

Con las posiciones turcas en Palestina muy presionadas por tierra y mar, el Vicealmirante Rebeur-Paschwitz no duda en utilizar su División para atacar los buques de la Entente presentes en el Egeo. Con tal fin parte al frente de sus dos buques en la madrugada del 20 de Enero de 1918, con la idea de dirigirse primero hacia el apostadero de Imbros y más tarde a la base naval de Mudros. El plan es arriesgado, porque la Royal Navy tenía destacados en la zona los dos últimos predreadnought construidos por Gran Bretaña, los HMS Agamemnon y HMS Lord Nelson, cada uno de ellos armado con cuatro piezas de 305 mm y diez de 234 y un blindaje en el cinturón acorazado y torres de hasta 305 mm, muy capaces de hacer frente al SMS Goeben. Pero los británicos se muestran descuidados cuando se utiliza al HMS Lord Nelson para trasladar al Contralmirante Arthur Hayes-Sadler hasta Salónica para participar en una conferencia, mientras el HMS Agamemnon permanece en Mudros sin presión en sus calderas.

Quizá como anticipo a lo que sucederá más tarde, a las 06:10 el SMS Goeben choca contra una mina que inunda los compartimentos X y XI, pero nuevamente el mamparo antitorpedos evita daños mayores y se continúa con la operación. Llegados a Imbros el SMS Goeben bombardea la estación telegráfica británica en Kephalo Point, siendo poco más tarde descubiertos por el destructor HMS Lizard, que no puede alcanzar distancia de tiro para sus torpedos debido a la catarata de proyectiles que caen a su alrededor, aunque sin resultar alcanzado. La persecución les lleva hasta la Bahía de Kusu, donde se encuentran los monitores HMS Raglan y HMS M-28, que pronto entablan combate con el Schlachtkreuzer, mientras el SMS Breslau continúa disparando sobre el HMS Lizard, al que se ha unido el de su misma clase HMS Tigress, que intentan proteger a ambos monitores tendiendo una cortina de humo, sin resultado. El HMS Raglan era un monitor de 6.150 t, comisionado en 1915, armado con una torre doble de 356 mm, protegida por 250 mm de acero y con una cintura acorazada de hasta 100 mm.

Zoom in (real dimensions: 800 x 457)Imagen
HMS Raglan.

El HMS M-28 era un buque mucho más pequeño, de 540 t y armado con una sola pieza de 234 mm, por lo que el tiro del SMS Goeben se centró en el HMS Raglan, teóricamente peligroso por el calibre de sus dos cañones, pero cuya dirección de tiro no podía compararse a la del crucero de batalla germano. A mayor abundamiento, pronto un proyectil de 28 cm alcanza la cofa del monitor, matando a los oficiales de artillería y de dirección de tiro, otro perfora la torre principal produciendo un incendio y finalmente son alcanzados los pañoles volando al HMS Raglan, que se hunde junto a 127 hombres (de un complemento de 200). Acto seguido los cañones del SMS Goeben centran al M-28, que resulta alcanzado y desaparece dejando once muertos. Terminada la tarea en Imbros la División Alemana se dirige hacia Mudros, pero entonces se produce el desastre, al internarse ambos buques en un campo minado. Pronto el SMS Breslau choca con una mina, y en rápida sucesión con otras cuatro, hundiéndose irremediablemente junto a unos 330 hombres de su tripulación, mientras el resto será recogida más tarde por destructores británicos. Por su parte el SMS Goeben impacta con una mina a babor, por delante de la torre Emil, y con otra a estribor, que inunda los compartimentos III y IV; nuevamente los daños son limitados y no se producen bajas, aunque obligan al solitario buque a poner proa a Estambul.

Zoom in (real dimensions: 986 x 545)Imagen
Áreas de impacto de las minas y compartimentos inundados.

Durante el trayecto resulta atacado por varios aviones, y debido a las maniobras para esquivar las bombas aéreas que caen sobre él, acaba embarrancando en la entrada de los Dardanelos (aunque algunos autores indican que la maniobra fue intencionada, no parece tener mucho sentido ya que la flotabilidad del buque no estaba comprometida, pese al impacto con tres minas).

Zoom in (real dimensions: 744 x 523)Imagen
SMS Goeben varado a la entrada de los Dardanelos.

Durante seis días permanece allí, siendo blanco de numerosos ataques aéreos, en los que se reportan entre dos y seis impactos de bomba, sin consecuencia alguna pues los artefactos de 30 kilos no podían dañar la cubierta del crucero de batalla. Finalmente el SMS Goeben es remolcado por el antiguo predreadnought Torgut Reis (ex SMS Weissenburg) hasta el Bósforo.

Conclusiones.

Según las cifras oficiales un total de 489.000 soldados aliados tomaron parte en la Campaña de Gallipoli, 410.000 del Imperio británico y 79.000 franceses, de los que causaron baja (sin contar las habidas en la Armada), 205.000 británicos y 47.000 franceses, en total 252.000 hombres, de los que unos 57.000 murieron en combate. Por parte otomana aproximadamente medio millón de soldados estuvieron presentes en Gallipoli, sufriendo 251.000 bajas, de ellas 55.000 muertos en combate y 21.500 debido a las enfermedades. Las cifras señalan un empate, pero el abandono del terreno por parte de los Aliados convierten la Campaña en una indudable victoria turca, pero a un precio que no se podían permitir pagar, dado que sus reservas tanto en hombres como en material resultaban muy inferiores a las del Imperio británico, por lo tanto se puede afirmar que la Campaña no fue en vano, pues las tropas presentes en Gallipoli no pudieron empeñarse ni frente a los británicos en Oriente Medio ni contra los rusos en el Cáucaso, que gracias a ello pudieron emprender varias ofensivas victoriosas en su frente, hasta el punto de conquistar Trebisonda en Abril de 1916.

Toda la Campaña está íntimamente ligada a la figura de Winston Churchill, tanto durante su duración como en tiempos posteriores, y se le achaca la responsabilidad del fracaso, pero pienso que ambas cuestiones deben ser matizadas. El primer mando en sugerir “una demostración en los Dardanelos” fue el Mariscal Kitchener, la réplica de Churchill fue que era posible una operación combinada entre la Armada y el Ejército, pero el Mariscal se negó por falta de tropas disponibles (muy discutible) y dejó caer que era posible un ataque puramente naval. Ciertamente fue Churchill quien cogió esta idea al vuelo y, tras el memorándum de Fisher, la de utilizar acorazados obsoletos sin misión alguna que cumplir en el intento de forzar los Dardanelos. En mi opinión la idea de forzar los Estrechos (mejor junto al Ejército que sin él, pero esto es responsabilidad de Kitchener) era muy buena, con un coste mucho menor que cualquier ofensiva en el Frente Occidental se podía sacar al Imperio Otomano de la guerra tan rápido como había entrado, con amplias repercusiones en lo referente a los Balcanes, a liberar tropas de Egipto y, por encima de todo, a restablecer el cordón umbilical con el Imperio ruso, con el probable resultado de que el conflicto se hubiese acortado en dos años. Tras la batalla del 18 de Marzo Churchill abogaba por continuar el ataque, pero un timorato de Robeck y la falta de compromiso de los mandos del Almirantazgo lo evitaron, qué hubiese ocurrido de mantener el esfuerzo es una pregunta sin respuesta, pero difícilmente se hubiesen perdido más de los tres acorazados que de hecho resultaron hundidos en los dos meses posteriores, y en cualquier caso, dada la relación entre costes y posibles beneficios, bien merecía la pena el riesgo. A partir de este momento el Ejército toma la batuta y la figura de Churchill va quedando relegada a un segundo plano, por lo tanto cuesta defender esa idea tan extendida hoy en día de señalar al Primer Lord del Almirantazgo como el mayor responsable de la Campaña, cuando resulta que estaba fuera del Gobierno durante los últimos seis meses de la misma, y por supuesto de su fracaso, que en cualquier caso deberá compartir con Kitchener (en mi opinión el mayor culpable, una División británica y otra francesa a primeros de 1915 no hubiesen tenido problemas en ocupar las alturas de Gallipoli).

Sobre Fisher cabe reconocer que fue el primero en insistir en que el Ejército y la Armada deberían actuar conjuntamente, aunque solo fuese por sus ideas preconcebidas sobre la flota actuando siempre como "lanzadera" del Ejército, pero a partir de ese instante su figura resulta un tanto borrosa, no está de acuerdo con la idea de un ataque puramente naval pero se deja convencer en varias ocasiones por lo contrario, cuando debería haber dimitido sin tantos aspavientos al inicio de la Campaña, en el momento en el que lo hizo y el ataque de megalomanía posterior, cuando se presenta a sí mismo como el salvador de la situación si le conceden un mando ilimitado de la Armada, le dejan en mal lugar...

La figura más agradable de toda la Campaña, en mi opinión, es la del Comodoro Keyes, siempre activo, ya sea en primera línea con los arrastreros en sus infructuosos ataques nocturnos, navegando con un destructor para rescatar o hundir los acorazados abandonados el 18 de Marzo, animando a de Robeck tras el fracaso, formando una nueva fuerza de dragaminas, zarpando en busca del esquivo SM U-21 o removiendo Roma con Santiago para intentar un nuevo ataque naval que acabase con la pesadilla de la campaña terrestre... Podía estar equivocado o no, pero era consecuente con sus ideas, nunca flaqueó, no dudó e hizo todo lo que estaba en sus manos, siendo un simple Comodoro, para llevarlas a buen término... cabe preguntarse qué hubiese ocurrido si hubiese ocupado el puesto del Vicealmirante de Robeck o de Carden al inicio de la Campaña.

Foro de discusión:

https://elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?f=101&t=26326

Lectura recomendada:

Resultado de imagen de Batalla de Coronel