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Las guerras y sus respectivas postguerras están llenas de injusticias y atropellos, de actos de justicia y de supuesta justicia. Los vencedores suelen hacer culpables del inicio de una guerra y de los hechos cometidos durante la misma a los perdedores, con razón o sin ella. Siempre ha sido, es y será así.

Cuando se aplica la ley internacional a un verdadero criminal de guerra ( tras demostrarse ampliamente que lo es ) nada que objetar, como en el caso del general Erwin Jänecke, el ogro de Crimea, por ejemplo. Tú te lo guisas, tú te lo comes.

Desgraciadamente, también se cometen injusticias con personas que son acusadas y condenadas por cosas que no han hecho, o que ni siquiera pasaron en la realidad. Los victoriosos, víctimas en ocasiones de su propaganda, su desinformación o de oscuros intereses ( principalmente políticos ) ofrecen la cabeza de turno solicitada sin más, amparando las acciones legales que se desarrollan contra ellos, aun sabiendo en ocasiones que son inocentes de los cargos imputados.

Uno de esos casos, absolutamente sangrante de lo injusto que fué, le ocurrió al teniente coronel ( oberstleutnant ) Julius Schlegel. Retrotraigámonos a los hechos. Paso a paso:

Italia central. Octubre de 1.943. Las fuerzas alemanas, tras desgastar y hacer sangrar a las unidades aliadas y enlentecer su avance a lo largo de media Italia, se retiran lenta y ordenadamente a la línea Gustav. Las unidades rápidas alemanas cubren la retirada del resto de unidades alemanas hacia la potentísima línea defensiva, principalmente las de infantería y paracaidistas, las cuales, poco a poco, van tomando posiciones a lo largo de la línea Gustav. Por fin, a mediados de enero de 1.944, los aliados llegan a la línea Gustav en toda su longitud. Un par de días después, empieza la primera batalla de Cassino. A los aliados les costará meses y meses de salvajes esfuerzos el perforar la línea Gustav, y sólo tras usar una aplastante superioridad de medios y un gigantesco derroche de municiones. Y no por Cassino, precisamente.

De las unidades alemanas, a nivel de cuerpo de ejército, la mejor era el XIV PanzerKorps, tras resucitar de las cenizas de Stalingrado. Y a nivel de división, con el permiso de la 1ª de paracaidistas ( 1 Fallschirmjäger division ), la mejor era la división blindada de paracaidistas Hermann Göring ( Fallschirmpanzer division Hermann Göring, denominación ciertamente rara ). Tras cumplir su misión retardatriz, el XIV PanzerKorps y la div. Hermann Göring con él, pasan a la reserva, siendo colocados entre Roma y Cassino. Aunque ésto es bastante relativo, pues la div. Hermann Göring, al igual que las divisiones móviles alemanas fueron divididas y empleadas aquí y allá, para taponar los huecos de las primeras líneas del frente a medida que su actuación se hacía necesaria.

La abadía de Montecassino, al lado de Cassino, tiene toda una historia de cristianismo, guerra y destrucción dignas de ser contadas brevemente. Fundada por San Benito en el 480 y cuna y alma espiritual de los monjes benedictinos, fué destruída por los lombardos en el año 581, reconstruída durante el siguiente siglo, destruída por los sarracenos en el 883, reconstruída de nuevo a mediados del siguiente siglo, destruída por un terremoto en el año 1.349, volviendo a ser reconstruída casi de inmediato. Incluso Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como El Gran Capitán, en vísperas de su gran victoria de Garellano ( Garigliano en italiano ) llegó a pensar en destruírla. Afortunadamente, no lo hizo. Pero a la histórica, mítica y espiritual abadía, todavía la quedaba una destrucción más, y una posterior reconstrucción... hasta hoy. Y que así sea.

Para los que no conozcan la abadía, decirles que la misma aparece en la película "El nombre de la rosa", basada en la novela de Umberto Eco. Otro detalle curioso sobre la misma: el 18 de mayo de 1.979, Juan Pablo II visitó la misma para celebrar dos hechos distintos: la conquista de la misma por las tropas polacas y sobre todo, su propio cumpleaños.

La abadía en sí y lo que representa es un tesoro religioso, histórico, arquitectónico y artístico de valor incalculable, a pesar de sus numerosas destrucciones. Las reliquias y obras de arte que contiene multiplican el valor sagrado y artístico de la misma.

Un documento, de valor absolutamente incalculable, demuestra el verdadero valor, a todos los niveles, de la abadía y lo contenido en ella: el primer texto ( oficialmente ) en lengua italiana, se encuentra hoy en día en la abadía. El texto es un pergamino escrito en el año 960. El cual, afortunadamente, se salvó de la cuarta destrucción de la misma, en 1.944.

Pero en 1.944 hay un problema: el pueblo de Cassino está en la primera línea de fuego en la Línea Gustav, y con él Montecassino y su abadía. Para los alemanes es vital la defensa de Cassino. Por allí pasa la ruta 6 ( Via Latina, también llamada Via Cassilina ), que da directamente a Roma. Y si se quiere defender Cassino ( y con ello la puerta de entrada a la ruta 6 ), hay que defender Montecassino. Y con mucha fuerza.

En consecuencia, los alemanes defienden la zona de Cassino con una unidad de élite: la 1 Fallschirmjäger division, muy reforzada y apoyada por artillería del ejército alemán ( Heer ) y adscrita al XIV Panzerkorps.

Sin embargo, aunque defienden los accesos al monte y al pueblo, los alemanes no defienden la abadía. El mariscal Kesselring, a petición de la Santa Sede, ordena que se cree un cordón de seguridad de 300 metros alrededor de la abadía. Las órdenes de Kesselring son extraordinariamente extrictas: ningún soldado alemán, ni siquiera herido, tiene permiso para cruzar esa línea de seguridad si va armado, y sólo puede ser traspasada, en condiciones normales ( pero sin armas ), para "servicios divinos" o en casos muy especiales.

La abadía, por orden de Kesselring a sus soldados y de sus palabras llegadas a los Aliados por la radio y la Iglesia, permanece como terreno neutral y desmilitarizado. Los testimonios de los monjes y los civiles refugiados en la misma confirmaron que los alemanes respetaron la neutralidad de la abadía. Al menos, y de forma pacífica, hasta la última destrucción de la misma.

Dos oficiales alemanes incumplen esta orden. Uno de ellos, el general von Senger und Etterling, jefe del XIV Panzerkorps y cristiano de los que van a misa todos los domingos si la guerra le deja hacerlo, no puede resistir la tentación de escuchar la misa de Navidad en la abadía de los monjes benedictinos.

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El segundo, es el teniente coronel Julius Schlegel.

El teniente coronel Julius Schlegel es un hombre poco común. En tiempo de guerra, en esta época, estaba al mando de la unidad de mantenimiento de la div. Hermann Göring ( Instandsetzug abteilung HG ). En tiempos de paz, hace años, regentaba una librería en Viena ( era austriaco ), siendo un experto en arte, su gran pasión. Culto, educado, cristiano, austriaco e inteligente, Schlegel reconoce el valor a todos los niveles de la abadía de Montecassino. Debido a ello, pronto se autoimpondrá a sí mismo una misión casi sagrada.

En una reunión de oficiales de la div. HG en octubre del 43, Schlegel se entera de que la abadía se encuentra en la primera línea de fuego.

A pesar de las garantías dadas por Kesselring por un lado y los Aliados por otro ( pues en esa época los Aliados llegaron a darlas ), Schlegel no se fía. Sabe demasiado bien que la guerra y las armas no respetan las palabras de los hombres. Los bombardeos, de artillería o aviación, son ciegos, y sus bombas u obuses pueden caer en cualquier lado. Si los alemanes defienden Montecassino ( como así fué ), las posibilidades de que la abadía de Montecassino quede dañada o destruída, con sus tesoros y la tumba de San Benito en su interior, eran altísimos. Schlegel fué consciente de ello. Conocedor del significado de la abadía y de su contenido gracias a sus conocimientos en arte y su devoto cristianismo, quiso salvar, por iniciativa propia, el contenido de la abadía. Por tanto, y a espaldas de sus superiores, actuó en consecuencia.

El 14 de octubre de 1.943 Schlegel ( católico ) y el capitán médico Becker ( protestante ), ambos de la div. HG, se entrevistan con el abad de la abadía de Montecassino, Gregorio Diamare. Schlegel le explica al octogenario abad la situación, tal como es, y le propone evacuar los tesoros de la abadía, usando para ello los medios de la unidad de Schlegel . Sin embargo, el abad rechaza en este primer intento el ofrecimiento con palabras como éstas:

" Estoy convencido de que los Aliados mostrarán la misma consideración que el Mariscal Kesselring, quien ha dibujado una zona neutral de 300 metros alrededor del monasterio y que insiste en el mantenimiento de esta orden. Como usted sabe, los soldados alemanes podrían entrar sólo a la abadía para servicio divino si van desarmados. Además, ellos ( los alemanes ) pueden inspeccionar el monasterio sólo bajo la supervisión de un monje "

Por supuesto, el abad no se fía de las intenciones de los dos alemanes. Piensa ( y no se le puede culpar por ello ) que el contenido de la abadía va a acabar en Alemania.

En fin, el primer intento, sin consecuencias.

Schlegel insiste. Viendo que con el abad no hay nada que hacer, se pone en contacto con el padre Emmanuel Mundig, monje alemán que afortunadamente vive en la abadía de Montecassino. Con la garantía de su ayuda, Schlegel volverá a la carga y ambos convencen, ahora sí, al abad para que permita la evacuación de los tesoros de la abadía.

Mientras, casi nadie sabía lo que estaba haciendo el oberstleutnant Schlegel, ni sus superiores ni mucho menos los Aliados. Estos últimos, a lo suyo.

Los aliados inician el cruce del río Volturno, al sur de la línea Gustav a mediados de octubre del 43. Poco a poco se acercan a los ríos Garellano y Rápido, así como al valle del Liri, y con ello a la línea Gustav, Cassino y la abadía. No sólo eso. De vez en cuando, Cassino ( pero no la abadía ) sufría algún tipo de bombardeo o ataque aéreo, aunque ligero y centrado en objetivos más o menos militares.

El abad Diamare ya no se engaña. Es consciente del peligro. Ahora es el abad el que le pide a Schlegel que evacúe las obras de arte de la abadía. Por supuesto, Schlegel accede de inmediato.

El abad pide garantías, las cuales le son concedidas. Se permitió a los monjes supervisar el proceso de traslado. Se empaquetó todo cuidadosamente. Los monjes realizaron un inventario de todo lo transportado, permitiendo los alemanes que dos monjes viajaran con las columnas de transporte. Se llevó todo al área de Roma ( hay unos 140 km de Cassino a Roma ). Para todo ello se usaron soldados de la div. HG, así como unos 120 camiones de la misma unidad.

Pero la tarea es gigantesca, y Schlegel se enfrenta a multitud de problemas, incluídos los problemas causados por los propios alemanes.

Primero, las SS se enteran de lo que está haciendo Schlegel gracias a la propaganda de los aliados, los cuales hacen circular a través de la radio la noticia de que la div. HG está saqueando la abadía. Un grupo de SS con la misión de arrestar a los responsables del supuesto robo visita a Schlegel para interrogarle y saber lo que ocurre, llegando incluso a amenazarle con la cárcel. Afortunadamente, y gracias a la colaboración de los monjes, el asunto se aclara y se olvida.

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Tras esto, es hora de poner al corriente de todo al jefe de la div. HG, el general Conrath. Schlegel estaba usando medios de la div. HG y preciosa gasolina para realizar actos que no contribuían al esfuerzo de guerra alemán. Cuando es informado, Conrath autoriza la operación y proporciona soldados de las unidades de combate para que ayuden en la evacuación.

Pero Kesselring no sabe nada. Es informado, y también autoriza la operación. Hace algo más. Le envía a Schlegel al teniente coronel Evers, miembro de su Estado Mayor en calidad de asesor cultural, entre otros. Los alemanes siempre jugaron limpio en el proceso de evacuación ( que no en otros respecto al abad y la propia evacuación, debido a las misiones de propaganda de Goebbles y Göring ). Hecho que siempre fué reconocido por los monjes.

Schlegel se queda tan maravillado como preocupado ante la ciclópea tarea que se ha autoimpuesto. Hay más de 70.000 libros y 1.200 pergaminos de gran valor y antigüedad. ¡ Y qué libros ! Muchos de ellos originales y ejemplares únicos, de autores como Séneca, Ovidio, Horacio, Cicerón... Los dibujos y grabados son menos numerosos, pero no por ello menos importantes. Los objetos de la abadía fueron transportados al castillo de lon Ángeles, en Roma.

Un tesoro dentro de otro. En 1.939 se iba a celebrar una exposición de arte en Nápoles. Para ello se reunieron cuadros de toda Italia. Pero la guerra empezó antes de que se ultimaran los detalles de la exposición, y se decidió enviar de manera provisional los cuadros a la abadía. Los directores de los museos prefirieron que los monjes se hicieran cargo de ellos, pensando que en la abadía estarían a salvo. Los cuadros fueron pintados por gente como Leonardo da Vinci, Tiziano, Tintoretto, Rafael... Los cuadros fueron enviados al castillo de Spoleto, a 150 km al norte de Roma.

Además, se evacuaron otros objetos de gran valor, como códices y objetos de oro, alguna estatua, etc.

Pero el principal tesoro de la abadía ( al menos para los cristianos ) eran sin duda los restos de San Benito. Su manipulación y transporte requirió cuidados y trabajos especiales.

Los alemanes tampoco se olvidan de los vivos. Fueron evacuados buena parte de los monjes ( los que quisieron irse ), así como las monjas y niños de un orfanato cercano y del cual se hacía cargo la abadía.

Los soldados de la unidad de Schlegel trabajaron día y noche con el máximo cuidado para hacer todo ésto, realizando trabajos especiales cuando la manipulación de ciertos objetos lo requería.

Por fin, el 1 de noviembre de 1.943 se da por concluída la tarea de traslado. El teniente coronel Schlegel, enfrente del Monte de los Ángeles ( en Roma ) informa, con aire muy marcial, al abad de la abadía de San Anselmo, Fidelis von Stotzingen de la llegada sin incidencias del último convoy. Se encuentran presentes algunas personalidades. Este hecho marca el final de la evacuación.

El abad Gregorio Diamare estaba tan agradecido a Schlegel y sus hombres que le preguntó cómo podía recompensarle por su ayuda. Schlegel respondió que con una misa, la cual fué oficiada por el mismo abad el 1 de noviembre de 1.943. A ella asistieron los monjes y los soldados que ayudaron en la evacuación.

El abad hizo algo más. Le entregó a Schlegel un manuscrito en latín, en el que se podía leer ésto:

" En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, al ilustre y querido tribuno, Julius Schlegel, quien salvó a los monjes y posesiones del sagrado monasterio de Montecassino, éstos monjes y los habitantes de Cassino dan sus sentidas gracias y rezan a Dios por su futuro bienestar.

Montecassino. En el mes de noviembre de 1.943.

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Gregorio Diamare. Obispo y abad de Montecassino".

Posteriormente se llegó a un acuerdo entre los alemanes, la Iglesia y el gobierno italiano controlado por los alemanes. Los tesoros de la abadía volvieron a ser trasladados, ahora al Vaticano. Los monjes de la abadía siguieron haciéndose cargo de sus tesoros.

Mientras, la guerra sigue y sigue.

Tras el fracaso de la primera ofensiva sobre la línea Gustav en general y Cassino en particular, en febrero del 44 se prepara la segunda. Y con ella uno de los actos más deleznables de la guerra, no por los muertos que produjo, sino por lo realizado para prepararla.

Los aliados están escasos de tropas en Italia: se prepara la invasión de Normandía, y la cabeza de puente de Anzio mantiene bloqueadas y en precaria situación a muchas de ellas. Sin embargo, andan sobrados de medios de apoyo, especialmente barcos y aviones. De momento. Hasta Normandía.

Para aprovechar ésta ventaja momentánea y aligerar la presión alemana sobre Anzio, los aliados lanzan su segunda ofensiva sobre Cassino, y con ella su segundo intento de perforación de la línea Gustav. La va a realizar un hombre singular, al mando de una unidad bastante exótica: el general Freyberg, neozelandés, al mando del Cuerpo de ejército Neozelandés ( 4ª div. india y 2ª neozelandesa ). El segundo intento de perforación de la línea Gustav se limita a ésto, en el peor sector posible. El de Cassino.

Freyberg ( el general de las 30 heridas ) es fuerte, decidido, brutal en ocasiones. Uno de los mejores jefes de los aliados occidentales. Habla claro y mantiene sus ideas y decisiones ( buenas o malas ) hasta el final, a no ser que se le obligue a lo contrario... y no siempre. Debido a erróneas informaciones, y como sus superiores le obligan a atacar frontalmente Cassino y Montecassino ( en contra de su opinión y tras rechazar las posibilidades de ataques de flanco expuestas por el propio Freyberg ), pide el bombardeo de la abadía de Montecassino.

A los aliados les habría ido mejor en esta época si hubieran hecho caso al general francés Juin, el cual pedía perforar en su sector la línea Gustav en dirección a Atina ( al norte de Cassino ). Sus superiores tardaron algunos meses en tomar en cuenta las ideas del general, siendo sus tropas las que finalmente hicieron caer de manera indirecta ( y sin lucha en el último asalto ) la abadía de Montecassino ante el último "ataque" sobre la misma realizado por una patrulla polaca. Los "franceses" ( pocos había entre ellos, más bien marroquíes y argelinos ) hicieron caer la famosa línea defensiva, tras conquistar primero el Monte Majo ( posición clave en su zona ) y luego Ausonia, al sur de Cassino. Pero ésta es otra historia.

A pesar de los testimonios de los jefes y soldados que ya han luchado, mucho o poco, por tierra o aire en Cassino ( especialmente el del general Kayes, que al mando del II US Corps realizó el primer asalto sobre Cassino y Montecassino ) y que aseguran que la abadía de Montecassino está desarmada, sin recibir ni un mísero disparo de fusil proveniente de ella, Freyberg mantiene su petición, basada principalmente en el testimonio de Sir Maitland Wilson ( siendo jefe supremo del área del Mediterráneo, sobrevoló la abadía a 75 m. de ella, y vió a los soldados de la div. HG mientras evacuaban los objetos de la misma ). Los superiores de Freyberg ( Clark, Alexander ) intentan lavarse las manos. Pero al final nadie, por diversos motivos, se atreve a decirle que no a Freyberg. Y al final se impone el criterio de Wilson y Freyberg.

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15 de febrero de 1.944. Gregorio Diamare, junto a cinco monjes y 200 refugiados de Cassino celebran una misa en honor de Santa Escolástica ( hermana de San Benito ). Entre las 9.25 de la mañana y las 13.30 de la tarde, 135 B-17 y 87 B-25 y B-26 arrojan 443 toneladas de bombas sobre la abadía de Montecassino. Como suele suceder en estos casos, aunque los bombardeos son más bien de saturación que de precisión, la abadía es alcanzada y destruída por bombas que tienen una extraña precisión. Sin embargo, se salva la cripta de San Benito ( sin el santo ), en donde se han refugiado los habitantes de la abadía. Además, Cassino y los alrededores sufren también un gran bombardeo. Se ha roto la "tregua de Dios".

Y en realidad, todo para nada. Los alemanes, ahora sí, defienden la abadía con elementos del 3º Fallschirmjäger regiment ( al mando del coronel Ludwig Heilmann ) y la convierten en la posición defensiva más formidable de la línea Gustav. Los paracaidistas supervivientes ( pocos ) y otras unidades alemanas resisten y contraatacan continuamente en la zona de Cassino. El bombardeo, a pesar de las bajas de los paracaidistas, acaba favoreciendo más a éstos que a los asaltantes. Los soldados de Freyberg se desangran durante varios días casi en vano.

La segunda batalla de Cassino acaba con una increíble victoria defensiva de los paracaidistas alemanes. Y con la cuarta destrucción de la abadía de Montecassino.

Volvamos con Schlegel.

Meses después de ésto, y a pesar de las oraciones de los monjes, vuelve a quedar claro que la justicia divina va por un lado, y las acciones de los hombres por otro. En julio del 44 el teniente coronel Schlegel es herido en un ataque aéreo en el área de Bolonia, perdiendo un pie en la acción. Su herida le apartaría de la guerra hasta el final de la misma. Al acabar la guerra, es acusado de ser un criminal de guerra. Sus enemigos sólo fueron capaces de acusarle de un delito: el saqueo de la abadía de Montecassino.

Los testimonios a favor de su absolución fueron numerosos, destacando los del mariscal Alexander, y por supuesto el de los monjes. El abad Gregorio Diamare fué incapaz de testificar a favor de Schlegel. Murió poco después del bombardeo de la abadía. Demasiadas emociones para el anciano.

Afortunadamente, Schlegel es absuelto. Pero eso no le evitó el estar 7 meses en una cárcel como si fuera un vulgar delincuente, o el que su familia fuera expulsada de su propia casa. Tras su absolución, poco a poco, empiezan a ser conocidas las verdaderas acciones de Schlegel en Montecassino y aunque tarde, Schlegel muere el 8 de agosto de 1.958 con su honor limpiado de toda mancha.

El mejor reconocimiento que se le hizo a Schlegel fué sin duda realizado el 31 de octubre de 1.969. En el nº 5 de la calle Pokornygasse, en el distrito XIX de Viena, hay una placa en la que hay escrito ésto:

" En esta casa vivió y murió el merecido austriaco Julius Schlegel. A través de sus acciones personales en otoño de 1943 salvó los tesoros de arte del monasterio de Montecassino. Dedicado por sus camaradas el 31 de octubre de 1969".

A este acto acudieron diversas e importantes personalidades de la vida cultural, religiosa, política y por supuesto militar de Austria. Todo ello mientras dos centinelas del batallón de guardia del Bundeswehr austriaco presentaban armas.

La guerra está llena de héroes y villanos, al igual que de villanos que son considerados héroes y viceversa. Al final, el tiempo, y sobre todo los hechos de cada individuo ponen a cada uno en su sitio, a pesar de momentáneos momentos de injusticia. A Schlegel, héroe por excelencia, le llegó su turno, primero de villanía, posteriormente de reconocimiento y justicia.

Gracias a Dios. Nunca mejor dicho.

FORO DE DISCUSIÓN