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El 20 de Noviembre de 1945, Karl Doenitz, Grossadmirall de la Kriegmarine y último führer de Alemania fue procesado en Nürenberg bajo las acusaciones de atentados contra la paz, actos de agresión, crímenes de guerra y violación de las convenciones de Ginebra y La Haya.

Los fiscales basan su acusación en una orden emitida por Doenitz en Septiembre de 1942 tras el famoso caso "Laconia". Este paquebote fue hundido por el U-156 dejando en el agua miles de naúfragos, ingleses polacos y prisioneros italianos. El comandante del submarino, Werner Hartenstein organiza el salvamento de los naúfragos e incluso desde Alemania se declara territorio neutral toda aquella zona, promentiendo inmunidad a todo barco que se acerque a participar en el salvamento. Tras tomar a remolque varias lanchas aparece un avión aliado que bombardea al submarino y lo obliga a sumergirse suspendiendo el rescate.

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La orden de Doenitz tras este episodio decía así: "Está prohibido el salvamento de los navíos hechados a pique, es decir, recoger a los naúfragos o distribuir víveres y agua potable. Porque el salvamento es contrario a las exigencias más elementales de la guerra en el mar"

A esta acusación se le añadió la de ordenar hundir el buque "escoba" de los convoyes y encargado de ir recogiendo los naúfragos, el haber ordenado la destrucción del diario de guerra del U-30 tras el hundimiento del Athenia y haber permitido en ametrallamiento de naúfragos. A esto se añadía el atacar sin previo aviso y abandonar a su suerte los naúfragos.

Pese a la habil defensa de su abogado, el Flottenrichter Kranzbühler, que incluso consiguió una declaración jurada del almirante Nimitz reconociendo como comandante en jefe de la flota del Pacífico el empleo sin restricciones de los submarinos norteamericanos contra la navegación japonesa, así como el abandono de naúfragos.

Doenitz termina su declaración de esta manera: "Considero legal el modo en que se ha llevado a cabo la guerra submarina por parte de Alemania y creo que he actuado siempre según mi conciencia como Comandante Supremo de la Marina y como último Jefe de Estado"

Pese al extremo interés aliado por inculparle todo, "solo" es condenado a 10 años de prisión, que cumplirá en Spandau y saldrá de ella en 1956. Murió en Hamburgo en 1976 y fue enterrado rodeado de muchos de sus antiguos comandantes.

Como quiera que dicha sentencia afectaba en gran medida al honor de la Marina alemana y que muchos de sus miembros la consideraban injusta, Una serie de señalados comandantes escribieron la siguiente carta al Consejo de Control Aliado en Alemania:

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"Como representantes del arma submarina alemana en la pasada guerra por la presente nos dirigimos al Consejo de Control Aliado y apelamos a su conciencia humana y militar. Actuamos como portavoces de los antiguos miembros de las fuerzas submarinas alemanas de quien sabemos están unidos en sus pensamientos y sentimientos en cuanto a este asunto. Obtenemos esta convicción por el hecho de que la mayor parte de los oficiales o bien fueron entrenados por nosotros o sirvieron a nuestro lado en el mar. Conocemos el corazón de estos hombres. Piensan del mismo modo en el que lo hacemos nosotros. Nuestro llamamiento surge de nuestra búsqueda colectiva por la justicia.


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Es por tanto que pedimos la revisión y revocación del veredicto en contra del Gran Almirante Dönitz ya que estamos profundamente convencidos de que los crímenes que le son imputados no existen.

La guerra submarina comenzó de acuerdo con las reglas establecidas en la legislación internacional y, una vez que nuestros enemigos intensificaron sus contramedidas, fue llevada bajo las órdenes del Gran Almirante, tal y como se detalló en la defensa por el Juez de Flota Kranzbühler. La guerra se libró de una manera consistente con nuestra propia conciencia y nuestro sentido de la justicia. Nunca se nos pidió hacer algo mas de lo que los valores de un soldado permitirían en cualquier otra parte del mundo.

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Nunca existió una orden de matar a los marineros supervivientes. Ya en el juicio este hecho fue atestiguado bajo juramento por un gran número de comandantes de U-boot. Sin embargo, aquellos que violaron el principio de prestar ayuda a los supervivientes después de haber garantizado la seguridad de su propia nave y tripulación, sí que lo hicieron bajo las ordenes en curso de sus superiores. Aquellos que interpretaron la orden “Laconia” y otras expresiones de nuestro Gran Almirante como una licencia para matar supervivientes solo actuaron de tal manera en base a sus complejos psicológicos. Su interpretación fue en contra del mismísimo espíritu de la U-bootwaffe. Su número es muy limitado en comparación con la gran mayoría de submarinistas que se sometieron a las órdenes.

No conocemos todos los detalles de las acusaciones ni hasta que momento en el pasado aplican las acusaciones y cargos formulados en el juicio. Ni podemos hablar de la clase y peso de las acusaciones políticas que han sido registradas en contra del Gran Almirante. Los informes de prensa han sido vagos en este sentido. Pero conocemos la personalidad de nuestro Gran Almirante, y hemos llegado a comprender que clase de hombre es Dönitz después de cinco años de fiera lucha. Sus intenciones y principios siempre reflejaron las más altas normas morales y compostura. También, estamos profundamente convencidos de que nunca actuó de una manera deshonrosa.

Creemos expresarnos en nombre de una conciencia militar universal. Soldados y marineros no comprenden cuando uno de ellos es declarado culpable por que lucho por su patria y, así por un buen motivo, ha cumplido con su deber. Después de todas las guerras los soldados son los primeros en aproximarse a sus enemigos ya que los soldados se respetan unos a otros con una conciencia clara. Sabemos que el veredicto también ha tocado de una manera dolorosa el sentido de imparcialidad, justicia y caballería entre los soldados Aliados.

Dadas nuestras experiencias en esta guerra, dada nuestra comprensión del principio por el cual esta guerra en el mar ha sido librada, y conociendo la personalidad de nuestro Gran Almirante, solicitamos que no difamen con su veredicto en contra de este militar a una rama armada que ha demostrado a través de un alto porcentaje de bajas que ha librado una justa y honesta lucha.

También pedimos que el registro limpio de aquellos fallecidos así como de los vivos no sea ensuciado por marcar la persona su altamente venerado superior y sus actos como criminal.


En Alemania, Septiembre de 1946.

Firmado por: Erich Topp, Reinhardt Suhren, Otto Schuhart, Carl Emmerman, Viktor Schütze, Hans Witt, Georg Lassen, Ulrich Heyse, Otto von Büllow, Ali Cremer, Heinrich Lehmann-Willembrock, Karl-Heinz Wiebe, Victor Oehrn, Rolf Rüggeberg, Hans Eckerman, Ernst Bauer, Wilhelm Schulz, Albrecht Brandi, Adalbert Schnee, Hermann Rasch, August Maus".

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