El 28 de junio de 1914 el Archiduque austriaco Francisco Fernando, que era el heredero al trono, visitaba oficialmente Sarajevo tras inspeccionar unas maniobras del ejército austrohúngaro. El problema estaba en que la fecha, además de coincidir con su decimocuarto aniversario de boda, lo hacía también con el Vidovdan, una celebración de los serbios.

Si el ambiente estaba enrarecido, lo sucedido aquel día colmó el vaso. Tras varios intentos, al final un grupo de nacionalistas bosnios acaba asesinando al Archiduque… Los autores del atentado no tenían ni idea de lo que se acababa de iniciar…




Una de las ilustraciones más conocidas del atentado de Sarajevo.

Tras varias acusaciones, Austria declara la guerra a Serbia (pues la consideraba instigadora del atentado) el 28 de julio. Entonces Rusia ordena la movilización general al día siguiente. Alemania declara la guerra a Rusia el día 1 de agosto. Francia inmediatamente hace lo propio contra Alemania… Lo que parecía poco más que una disputa de barrio acaba de dejar a media Europa declarándose la guerra.

Los diversos países ponen sus planes en funcionamiento. Así, Francia espera un ataque por su frontera con Alemania, como décadas atrás en la Guerra Franco-prusiana. Pero la eficiencia del Estado Mayor del Káiser tiene planeada otra jugada: el Plan Schliefen.

Así pues, la neutral Bélgica se ve invadida por los ejércitos alemanes el 4 de agosto. Bien por esta razón o bien porque ello supondría que los franceses se verían desbordados por su izquierda, Gran Bretaña declara la guerra a Alemania.

Lo sucedido en Sarajevo había activado el plan británico de guerra y, con ello, el contingente más glorioso que se recuerda en la Historia Militar Británica: “The Old Contemptibles”.

“The Old Contemptibles”

El origen de esta expresión está en la frase que se atribuye al Káiser Guillermo, que ordenó al general Von Kluch que dedicara todos sus efectivos y energías para deshacerse del “pequeño y despreciable ejército” del general French.

Los británicos recibieron con profundo orgullo el apelativo de despreciables, y fue así entonces que al acabar la guerra, los supervivientes, fuera cual fuera su unidad de procedencia, se reivindicaron como “Los viejos despreciables”: (The Old Contemptibles). Y este es el nombre con el que han pasado a la Historia.

Pero bueno, esto es casi el final del cuento. En realidad el principio de la historia lo podemos situar bastantes años antes y no en las Islas, ni en la Europa continental… sino en África.

La Guerra de los Boers (1899-1902)

Este conflicto, que en un principio se suponía un problema colonial de corta duración, demostró que las fuerzas británicas dejaban bastante que desear en el caso de una guerra de gran envergadura. Era necesaria una reforma completa del Ejército, tanto en equipamiento e instrucción como en organización.

Así es como en 1902 Sir John Brodick y Lord Roberts , el cual acababa de derrotar al ejército boer, se ponen manos a la obra. Las propuestas que hicieron no tuvieron éxito en el Comité de la Defensa Imperial. Sin embargo, aparte de algunos cambios en materia de equipamiento e instrucción, el mayor logro vendría al modificar el estamento por la cabeza.

El cargo de Comandante en Jefe desaparece en 1904 y la tarea de asesorar al Secretario de Guerra recae en el recién creado Consejo del Ejército, del cual forman parte cuatro militares y dos civiles (encargados del aspecto civil y financiero). La otra función del Comandante en Jefe, la de inspección de tropas, sería tarea para otro cargo nuevo, el Inspector General de Tropas.

Mucho más no pudieron hacer, porque además de no tener éxito en su tarea, el Gobierno conservador que les respaldaba perdió las elecciones de 1905.

Y entonces llegó Haldane

Si en estas estamos y llega al poder un partido como el Liberal, donde los pacifistas e incluso los antiimperialistas tienen bastante peso: ¿Qué pensamos?... que se acaba el cuento. Si además en ese Gobierno el Secretario de Guerra es un abogado que nunca ha pisado un cuartel… ya no pensamos… afirmamos que el cuento se acabó por siempre jamás.

Nada de eso pasó. Porque una cosa son las ideologías y otra el sentido común. Richard B. Haldane demostró tener bastante de lo segundo. Como Secretario de Guerra, supo ver que tarde o temprano habría una guerra y que tendría que tener el Ejército en condiciones para afrontarla sin por ello desatender las tareas que estaba realizando hasta el momento.

Lord Richard B. Haldane.

Para empezar, había que tener claro cuáles eran las amenazas. La amenaza de una invasión parecía estar bien resuelta por la Marina Real, que entonces era la más poderosa del mundo. Se estimaba entonces que las potencias con las que era más probable tener un conflicto eran Francia y Rusia, debido a las ambiciones de ambos países en África y la frontera hindú, respectivamente. Los acontecimientos demostraron que los tiros, y nunca mejor dicho, vendrían por otro sitio.

Tras el incidente de Fachoda, en 1898, tanto británicos como franceses deciden dirimir sus diferencias de forma pacífica, firmando en 1904 la conocida “Entente Cordiale”.

Por otra parte, Rusia es aliada de Francia y en 1905 resulta duramente derrotada en la guerra contra Japón, que es aliado británico. Tal vez por ello decide hacer las paces con el Imperio Británico firmando un acuerdo sobre las fronteras de la India. Las dos principales fuentes de conflicto ahora son países aliados.

Los tres nuevos aliados coinciden en señalar a la recién unificada Alemania como la principal amenaza. Al tener la amenaza en frente de en casa, franceses y británicos entablan conversaciones sobre un posible despliegue británico junto a la frontera belga por si la neutralidad reconocida de este país desde 1830 se viera violada. ¿Conocerían ya a estas alturas el plan Schliefen?

Sin compromiso por ninguna parte, los estados mayores de ambos países se dedicaron a planear conjuntamente como sería el desplazamiento de las fuerzas británicas a suelo francés.

Manos a la obra.

Los británicos de la época hablaban de su Imperio. Pero claro, un Imperio del que sentirse orgullosos conlleva unas contraprestaciones. La Marina británica era entonces la mayor del mundo y mantener ese Imperio exigía tener efectivos militares en todos los rincones del mundo, luego la solución estaba en preparar la eventual fuerza expedicionaria con lo que hubiera en casa.

Para empezar, se creó el Consejo del Ejército, compuesto por los jefes de los cuarteles generales del Departamento de Guerra. El mismo esquema se repetiría en los siguientes escalones de mando, con ello se perseguía simplificar y mejorar la eficiencia del sistema de Estado Mayor. Ello implicó que se unificaran y modernizaran los estudios de las Escuelas de Estado Mayor tanto en Gran Bretaña como en la India.

Desde 1907, además, se pensó en la idea de un Estado Mayor Imperial, de manera que se unificaran los procedimientos tanto de las tropas británicas como de las tropas provenientes de la India y los Dominios, instruyendo a los oficiales nativos y agregando a los británicos a estas fuerzas. De modo similar se llegó a un acuerdo con el gobierno hindú.

Y para que no hubiera sorpresas cuando llegara el momento se publicó “El libro de la Guerra”, en el que quedaba reflejado cómo se tendría que movilizar el país.

Dando forma a la máquina.

El cerebro ya estaba en marcha, ahora había que dar forma a los músculos. Se estaban produciendo muchos avances técnicos en la vida cotidiana y el Ejército no iba ser inmune a ellos.

Para combatir hacen falta moverse, y de ellos se encargaría el ASC , encargado de los transportes. Ya no se trataba sólo de los caballos de tiro de toda la vida, sino que se dispondría también de vehículos a motor. Estos podrían ser bien adquiridos o bien procedentes de los particulares. Para ello se estableció un plan de subvenciones a estos propietarios de manera que sus coches fueran construidos conforme a especificaciones de los militares para poder disponer de ellos en caso de necesidad. De igual modo se requirió al RAC para que pudiera conseguir vehículos y voluntarios adicionales que pudieran hacer falta.

La sanidad también se reorganizó, centralizándose todo en el RAMC , que incrementó los hospitales de campaña y el número de ambulancias. Así mismo se incrementó el Servicio de Enfermería.

En 1909 el francés Louis Bleriot cruzó con un monoplano el Canal de la Mancha, demostrando que la Aviación dejaba de ser un pasatiempo. No se escapó este detalle y sólo tres años después, en 1912, se creaba el RFC . Ver lo que había al otro lado de la colina y más allá era más fácil que nunca.

Los ingenieros se vieron beneficiados por los nuevos inventos como el teléfono, la radio y las motocicletas para las transmisiones y las bicicletas para los zapadores.

La Artillería se dividía en tres ramas: montada, de campaña y de asedio . Se vieron mejoradas todas ellas con el nuevo cañón de tiro rápido, que permitía la corrección de disparo sin reubicar la pieza, con lo cual aumentaba la cadencia de tiro. La RFA incorporó a su panoplia el obús de 4’5 pulgadas, para batir posiciones desenfiladas. Así mismo se incrementó el alcance de los cañones, siendo el máximo alcance en torno a los 8.500 m.

Y… por supuesto, quedaban las Armas operativas: Caballería e Infantería. Tras la Guerra de los Boers, se renovaron las tácticas y, con ellas, el equipamiento del soldado. El soldado británico tendría que combatir a menor distancia ante un enemigo más numeroso. Se prestó entonces más atención a la iniciativa personal del soldado. Adios a las descargas cerradas y a los movimientos de campaña en orden cerrado. Había nacido el nuevo orden de combate: Avanzar a salto de mata por el terreno buscando abrigo y una posición donde poder disparar en posición de tendido, ofreciendo el menor blanco posible al enemigo y cubriendo unos soldados el avance de los otros. Esta última labor se reforzaba por una nueva arma venida desde el otro lado del charco: la ametralladora Maxim, que posteriormente fue mejorada y sustituida por modelo más ligeros de Vickers en 1912. Se había aprendido mucho de la experiencia en la frontera de la India y de la Guerra Ruso-japonesa de 1905.

Por supuesto que la disciplina de tiro que había hasta entonces se abandonó. Ahora se disparaba a discreción, intentando hacer blanco lo más rápido posible, a falta de más ametralladoras de refuerzo (Lo deseable eran 6 por batallón, pero el dinero sólo daba para 2). Se incidió especialmente en la instrucción de tiro. Se disponía de un nuevo fusil más corto, el SMLE de calibre 0’303, que almacenaba 10 cartuchos, el doble que el resto de los fusiles de entonces. El Tommy de la época disparaba precisamente un mínimo de 15 balas en un minuto. La recarga se aceleraba con los nuevos peines de 5 cartuchos. Previéndose la dureza de la lucha cuerpo a cuerpo, la bayoneta de dotación era ahora más unos 13 cm. más larga.

La Caballería también se instruyó en estas técnicas, pues su papel ahora era más el de infantería montada. No obstante, siguió la instrucción en el manejo del sable y de la lanza (ésta última en menor medida) para enfrentarse a sus parejos enemigos.


La llegada a Francia.

Como arma corta se seguía usando el revólver Webley del 0’45, que estaba siendo sustituido por otra versión del 0’38. Este era arma usada por oficiales y la tropa a cargo de servicios específicos.

Esta nueva forma de combatir cambió también el equipo del soldado. El uniforme llevado hasta ahora (de colores vivos según el arma o regimiento) quedaría prácticamente para las ceremonias. Todo el mundo llevaría ahora el nuevo uniforme de campaña color caqui, que se confundía mejor con el terreno. Se diseñaron también nuevos correajes de cuero primero, y más tarde de algodón para las unidades de infantería. De esta forma también se portaba más munición encima.

Dado que había que movilizar grandes cantidades de tropas, era necesario instruirse en el empleo combinado de las mismas, organizadas en brigadas y divisiones. A tal efecto se adquirieron o requisaron terrenos para realizar grandes maniobras. El proceso de adiestramiento empezaba en invierno a nivel de compañía y acababa en otoño del siguiente año con un ejercicio a nivel de cuerpo de ejército.

¿Y quién iba a ir a la guerra?

Esa era una cosa seria a tener en cuenta. El Reino Unido, a diferencia de los países europeos de la época, no recurría al servicio militar obligatorio. Poseía territorios de ultramar que abarcaban los cinco continentes. Estos consumían la mayor parte de los recursos militares, pues la Marina Real era lo suficientemente poderosa para proteger a las Islas de una invasión. Debido a ello las unidades del ejército destinadas en territorio metropolitano eran menos numerosas y disponían de menos de la mitad de la plantilla teórica de guerra.

Con todas las reformas que se estaban haciendo, se aprovechó también para incrementar el número de efectivos metropolitanos mediante la creación de nuevas unidades y el aumento de plantillas de las existentes. De esta forma, cerca del 60% de los efectivos británicos estaban destinados en las Islas en 1914.

Para poder desplegar el mayor número de unidades sin comprometer la defensa nacional, se reformó el sistema de reserva (formado por soldados a tiempo parcial), de manera que de manera escalonada pasaran de defender las Islas a poder combatir fuera de ellas, pasando por el apoyo a las unidades regulares a retaguardia. Surgieron así las Fuerzas Territoriales.

Si alguien decidía alistarse en este ejército sería por muchas causas, pero ninguna de ellas fue la paga. En un país con una industria pujante como era la Gran Bretaña de la época, cualquier empleado en la vida civil, si no era menor de edad, recibía mejor paga que un soldado de Su Graciosa Majestad. Por lo general se trataba de gente desempleada o que huía de la miseria, la justicia o alguna situación embarazosa. También los había que se alistaban por tradición familiar o por afán de aventura y conocer mundo. Ni que decir tiene que la tradición regimental británica ayudaba mucho al reclutamiento. Las condiciones del servicio, generalmente fuera del país, eran duras y la disciplina severa. Sin embargo, en su regimiento (Colours, como los llamaban) recibían buena manutención y el espíritu del regimiento de turno les hacía encontrar respeto y compañerismo. Tal vez por ello permanecían entre 12 y 21 años en sus unidades allá donde les destinaran.

El nombre del regimiento no indicaba necesariamente la procedencia de sus componentes. Así, los irlandeses y los procedentes de las grandes ciudades se encontraban en casi cualquier regimiento, aunque éste fuera escocés. En las unidades de reserva sí era más normal que predominaran los de la zona en cuestión.

Con el paso del tiempo, muchos de estos alistados iban ascendiendo y se convertían en suboficiales. Debían lidiar con el mando de sus antiguos camaradas que aún seguían en la tropa y a su vez auxiliar y obedecer al oficial de turno, por mucho o poco experimentado que fuera. Al provenir de promoción interna, eran toda una institución dentro de la unidad en la que servían como soldados experimentados y por ello eran apreciados tanto por la tropa como por los oficiales.

La procedencia de éstos últimos apenas había cambiado. En su mayoría provenían de la aristocracia (sobretodo en Infantería y, por supuesto, en Caballería) y cerca de la tercera parte de la burguesía acomodada. Las academias militares de Sandhurst y Woolwich eran de pago y los oficiales estaban obligados por las normas sociales de la época a mantener cierto nivel de vida. Solían servir en regimientos de sus zonas de procedencia.

Algo había cambiado, sin embargo, tras la Guerra de los Boers. El oficial de ahora trataba de demostrar su valía para el puesto mediante la profesionalidad y no mediante la prevalencia de sus orígenes familiares, como sucedía con sus antecesores. De esta manera se ganaron la confianza de sus subordinados.

Todo esto era lo que la Gran Bretaña podía ofrecer en el momento de la guerra.

¿Y al final… qué pasó?

Haldane dejó la Secretaría de Guerra en 1912. Cuando estalló la Guerra, el cargo lo ocupará el mariscal Kitchener, al cual le precedían éxitos coloniales. Sin embargo, era de los pocos que preveía que la guerra será larga y tenía otras ideas.

Así pues, trastocó los planes establecidos hasta el momento. En un principio decidió enviar a Francia menos efectivos de los previstos, si bien luego rectificó. Para colmo, la Fuerza Expedicionaria Británica, BEF, incluyó desde un inicio efectivos de las Fuerzas Territoriales mientras que unidades profesionales y experimentadas eran enviadas a lugares donde su utilidad era menos necesaria. Unidades destinadas en destacamentos coloniales del Mediterráneo y África fueron después destinadas a Europa como refuerzo. Vamos… el colmo de la ineficiencia logística.

Los planes de requisa y adquisición de vehículos a motor dieron resultado y así, se pudieron utilizar hasta los autobuses londinenses. Incluso no faltaron voluntarios para conducir coches y motos que eran cedidos por ellos mismos o por otros particulares. Estos vehículos se utilizaban sobretodo en funciones de cuartel general.

Así las cosas, las primeras unidades británicas llegaron a Francia en torno al 12 de agosto. El 20 del mismo mes estaban desplegados junto a Cambrai y el 23 el II CE se batía en Mons contra fuerzas tres veces mayores.

Seguiría después cubriendo, junto a más refuerzos, la retirada hacia Guisa, donde los franceses batallarían el 29. El I Ejército alemán avanza entonces hacia París. Las tropas francobritánicas se repliegan hacia el Este de París, donde se reagrupan al Sur del río Petit Morin el 5 de septiembre. Los tres días siguientes se disputa la Batalla del Marne, donde el ala derecha alemana (enfrentada a la BEF) comienza la retirada. A mediados de mes se batallará nuevamente en el Aisne, donde se fijará el frente.

Los alemanes entonces deciden avanzar por la costa atlántica, con el objeto de tomar todos los puertos hasta Calais. Impedirlo será el nuevo cometido de la BEF, que ya consta de cuatro CE. Desde primeros de octubre cubren la retirada que el Ejército belga está haciendo desde Amberes

Y es aquí donde llegó la gloria: Dos Ejércitos alemanes, el 4º y el 6º, avanzan hacia Ypres. Es cuando el Káiser Guillermo piensa que se quitará al de enmedio “despreciable” Ejército Británico: Los alemanes tenían más divisiones y más armas de apoyo en el teatro de operaciones. Todos los augurios parecían favorables. Se equivocó.

La BEF demostró la bondad de las reformas que se habían hecho. La cadencia de tiro de fusilería sin igual de los Tommys frenó a la infantería alemana, mientras que el movimiento a salto de mata hizo que la artillería teutona tuviera menor efecto del esperado. Las retiradas ordenadas permitieron que los avances alemanes no fueran tan profundos al no poder la Caballería desbandar al enemigo. Cuando los oficiales caían, los suboficiales tomaban el mando y, cuando caían éstos, los cabos y hasta el personal auxiliar (como cocineros o escribientes) tomaban su lugar. Se les había entrenado para combatir y los testimonios alemanes de la época demuestran que así lo hicieron.

Así mismo, se pudo ganar el suficiente tiempo para que llegara un CE de la India a finales de octubre, con lo cual los nuevos ataques alemanes en noviembre resultaron igualmente baldíos, dada la implantación del Estado Mayor Imperial, que se vería con más claridad al incorporarse en los años siguientes los contingentes de las colonias.

El frente de Ypres quedó estabilizado, pero el precio pagado fue alto. Sólo en esta ofensiva se habían perdido 58.000 soldados.

Haciendo cuentas, a los 87.000 soldados enviados en agosto, habría que sumar 107.000 en los diversos refuerzos llegados hasta noviembre, sumando 194.000 efectivos. De ellos, en diciembre sobrevivían unos 104.000, poco más de la mitad. La tenacidad británica había resultado cara y había que afrontar la Guerra de otra manera.

Las reformas hechas en su día sirvieron a ello, pues permitieron la rápida incorporación de tropas procedentes de los Dominios y de la India. Así mismo, la Fuerza Territorial sirvió para encuadrar al “Nuevo Ejército” de voluntarios que proyectaba Kitchener. Pero eso… es otra historia.

¿Y qué pasó con…?

El Káiser vio como “el insignificante y despreciable” Ejército Británico truncó sus planes de sentenciar la Guerra en pocas semanas. La Guerra duró cuatro años y le costó la corona y a su pueblo la humillación del Tratado de Versalles.

Kitchener dirigió en 1915 la campaña de Gallípoli, con resultados desastrosos (si bien hay que decir en su favor que el plan no era suyo) y murió al año siguiente en un naufragio cerca de las Islas Orcadas. Su muerte fue muy sentida en la ciudadanía británica.

Haldane fue nombrado Vizconde y Lord en 1911. Al año siguiente fue nombrado Lord Canciller , cargo que dejó en 1915 ante falsas acusaciones de progermano (tiene guasa la cosa ¿no?). Volvería a ocupar el mismo cargo en la década de los 20 con el primer gobierno laborista. También desempeñó cargos de dirección en varias universidades. Falleció en 1928. Actualmente existe una prestigiosa asociación de juristas que lleva su nombre.

Alguna de las reformas de Haldane sigue vigentes hoy en día. Las Fuerzas Territoriales se han convertido actualmente en el Ejército Territorial y continúan siendo la reserva de todo tipo de unidades del Ejército Regular.

Y los protagonistas de la historia… los soldados. Los componentes de esta Fuerza Expedicionaria que sobrevivieron a la guerra tomaron a gala con gran orgullo las palabras del Káiser y, cuando acabó la Guerra, crearon la Old Contemptibles’ Association. Desde entonces se les ha tenido como ejemplo de lo que debe ser el soldado británico. De sus filas surgieron luego los generales británicos de la Segunda Guerra, como Montgomery y Horrocks. Muchos de ellos volverían a empuñar las armas durante la Segunda Guerra, en labores de retaguardia, contribuyendo al esfuerzo bélico de su país y dando ejemplo de servicio. Desde entonces, son recordados en cualquier fuerza británica destinada fuera del país.


Acreditación de un “Viejo Despreciable”

El último “despreciable” sirvió en un regimiento escocés y abandonó este mundo en el año 2005 con 109 años. Su nombre: Alfred Anderson.

Todos los 11 de noviembre, fecha oficial del final de la batalla de Ypres, se celebra el Poppy Day como homenaje al soldado. Se trata de una celebración popular que celebran las comunidades británicas en todo el mundo (no es raro verlo en el Levante español). Se celebran actos de reconocimiento e incluso de colecta de fondos para asociaciones militares.

Y, por último, un ejemplo que demuestra la estima que se les sigue teniendo hoy en día que no queda ningún superviviente. Cualquiera que siga la Premier League sabe lo bullicioso que es un estadio inglés. Impresiona ver como se respeta el minuto de silencio durante el Poppy Day mientras los militares permanecen formados en el centro del campo. No menos impresionante es la ovación que se llevan éstos al acabar el minuto de silencio…. Minuto de reloj… nada despreciable.

Listado de acrónimos:

ASC: Auxiliary Service Corps, Cuerpo de Servicios Auxiliares.
RAC: Royal Automobile Club, equivalente al RACE español.
RAMC: Royal Army Medical Corps, Real Cuerpo Médico del Ejército.
RFC: Royal Flying Corps, Real Cuerpo Aéreo.
RHA: Royal Horse Artillery, Real Artillería Montada.
RFA: Royal Field Artillery, Real Artillería de Campaña.
RGA: Royal Garrison Artillery, Real artillería de Sitio.
SMLE: Small Magazine Lee Enfield. Lee Enfield de cargador corto.

Bibliografía:

The Old Contemptibles. Michael Barthorp. Osprey, London. 1989.

http://www.oldcontemptibles.com

http://www.firstworldwar.com

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