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Algunos lo han calificado de conservador, frío, socarrón. Otros, de tolerante, moderado, tenaz. Pero todos coinciden en señalar al General Eleazar López Contreras como el hombre que supo establecer el puente para que Venezuela pasara la difícil transición de una dictadura a una democracia.

Al mismo General nunca le gustó ese apelativo de “presidente de transición”, prefería ser considerado como “un presidente de evolución y no de revolución”.

Y lo fue, a mi juicio.

José Eleazar López Contreras, tal era su nombre completo, nació en Queniquea (estado Táchira), uno de los muchos pueblos perdidos en los Andes venezolanos, el 5 de mayo de 1883, hijo único del Coronel Manuel María López y de Catalina Contreras. Su padre era un perseguido de una de las tantas guerras civiles que azotaban a Venezuela en el siglo XIX; tuvo que abandonar Queniquea, dejando a su esposa encinta, rumbo a Colombia, escondite obligado de quienes sufrían reveses militares o preparaban insurrecciones. Nunca llegó a conocer a su hijo, pues murió en Cúcuta el 21 de julio de ese año, de fiebre amarilla.

El niño quedó desde entonces al cuidado de su madre, viuda por segunda vez, y de su tío, el Presbítero Fernando María Contreras, hombre de gran temple y párroco del pueblo vecino de Capacho, adonde la familia se trasladó poco después y donde cursó sus primeros estudios.

Luego, en 1893, ingresó al Colegio del Sagrado Corazón de Jesús en la ciudad de La Grita, uno de los mejores de la región, para cursar sus estudios de bachillerato, los cuales terminó satisfactoriamente el 15 de julio de 1898, obteniendo el título de Bachiller en Ciencias Filosóficas.

Su primera intención era la de estudiar medicina en la Universidad de Mérida, aprovechando la circunstancia de que un pariente, el Dr. Mariano Contreras, era el Vice-Rector de dicha universidad. Mientras esperaba al comienzo del curso, López recorrió varias ciudades de los Andes, donde “se fue impregnando del espíritu revolucionario que animaba a gran parte de la juventud tachirense”, según diría más tarde; y abandonó la idea de proseguir sus estudios uniéndose en mayo de 1899 al nuevo movimiento revolucionario que comandaban los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, que cada vez ganaba más adeptos.

Participó de manera activa en varios combates militares, como las batallas del Zumbador, Valera, el sitio a San Cristóbal, y finalmente en la batalla de Tocuyito, que selló la victoria de los insurgentes, el 12 de septiembre de 1899. En dicha acción, el joven Capitán López recibe en el brazo izquierdo un tiro de fusil, que lo obliga a requerir atención médica en la cercana ciudad de Valencia, hasta que Gómez lo toma bajo su protección, le cambia los médicos por unos mejores y, cuando fue posible, lo envió a Caracas. Esto fue el comienzo de una entrañable amistad, matizada de respeto por López hacia su superior y hasta algo de admiración, llegando a decir a la muerte de Gómez que “fue el mejor padre que he tenido”.

Ya en la capital, en 1900 es designado Edecán del ya nombrado Presidente Cipriano Castro y ascendido a Teniente Coronel a la temprana edad de 17 años. Sin embargo, su estadía en el palacio no duró mucho, pues Castro, en uno de sus arrebatos de mal genio, lo destituye al mes y medio, y lo asigna a otro puesto de menor relevancia.

Combate la Revolución Libertadora, que aglutina a los enemigos del gobierno, siendo Segundo Ayudante de Estado Mayor del Batallón Carabobo, participando en varias acciones bélicas, entre ellas la batalla de La Victoria (julio de 1902), que inclina la balanza de las acciones a favor del gobierno. Derrotada la insurrección al año siguiente, fue nombrado Segundo Comandante del Castillo Libertador en Puerto Cabello, ciudad donde se estaba gestando un movimiento para separar a Gómez, entonces Vicepresidente de la República, del gobierno, y dejar a Castro como “Jefe Único”.

López se niega a participar en el movimiento, que pronto fue develado, y renuncia al cargo, pero tanto Castro como Gómez desconfiaban de él, pues cada quien lo creía en el bando contrario. Fue así como entre 1903 y 1914 sólo recibió puestos de carácter civil: Comandante de los Resguardos de Puerto Cristóbal Colón, La Vela de Coro, Río Caribe y Carúpano; Interventor de la Aduana de Puerto Sucre, Jefe Civil de Río Chico y Administrador de las Salinas de Araya. Esa experiencia le permitió a López recorrer y conocer diversos sitios del país y conocer de cerca las condiciones de vida de la población, sus penurias y sufrimientos. Que eran muchos.

En 1908 contrajo matrimonio con Luz María Wolkmar, con quien procreó seis hijos.

En 1914, el panorama político había cambiado: Gómez ejercía la presidencia desde 1908, por un incruento golpe de Estado, y Castro se hallaba exiliado. Un accidente fortuito convenció a Gómez de que López no era partidario de Castro: el gobierno interceptó una carta de Carmelo Castro, hermano del ex-presidente, invitándolo a unirse a una rebelión. Ante esto, Gómez rehabilita a López, lo asciende, después de largos 14 años, a Coronel (cuando ya muchos de sus compañeros revolucionarios eran ya Generales) y lo designa Comandante interino del Batallón Rivas; un año más tarde es designado Comandante del Regimiento Piar Nº 6.

En 1919 es nombrado Director de Guerra del Ministerio de Guerra y Marina (equivalente a Viceministro de Guerra), puesto en el cual muestra dotes administrativas y organizativas notorias. Fue uno de los propulsores de la modernización del parque de armas del ejército venezolano, en ese entonces mal apertrechado. Fue enviado en misión plenipotenciaria a Francia, Inglaterra, Bélgica y Estados Unidos a mediados de 1921, y compró varios tipos de armamento: ametralladoras y fusiles-ametralladora Hotchkiss y Zeta B.30, cañones Schneider-Saint Chamond de calibre .75 mm., morteros Saint Chamond calibre liviano, entre otros. También participa en la modernización de la Escuela Militar (hoy Academia Militar) y en la creación de la Escuela de Aviación Militar en 1920.


Luego de su excelente desempeño como Director de Guerra, en 1923 es ascendido a General de Brigada y designado Jefe de la Guarnición de Caracas. En 1924 encabezó la delegación militar y diplomática que representó a Venezuela en las celebraciones del Centenario de la Batalla de Ayacucho, hecho que lo motivo a escribir su primer libro, “El Callao histórico”, que trata sobre la capitulación de El Callao en 1826. Fue publicado en 1926 y tuvo muy buena acogida por la crítica.

En ese cargo, tuvo que enfrentar dos movimientos insurreccionales de distinta índole, y todos el mismo año: 1928.

Primero fue la protesta estudiantil de febrero. Varios estudiantes de la Universidad Central de Venezuela protestaron contra la tiranía gomecista, y muchos fueron apresados por la policía. Vale decir que dos de ellos, Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, llegaron a ser presidentes de la República, mucho más tarde. López no intervino en estos acontecimientos

Estos sirvieron de base para el movimiento armado que le siguió, y la forma en que López lo contrarrestó es asombrosa, por no decir increíble.

El 6 de abril de 1928, López se enteró de que cadetes de la Escuela Militar preparaban una sublevación, combinados con el Cuartel de San Carlos, al norte de la ciudad, y varios estudiantes, a los cuales se les suministrarían armas. Se encontrarían en el cuartel y de allí saldrían al Palacio de Miraflores, sede del gobierno, a pocas cuadras de allí. Ante esta situación, López fue hasta el citado cuartel, acompañado sólo de su chofer y llevando como única arma un fuete (fusta).

El automóvil de López llegó al cuartel primero que los estudiantes sublevados, y desconcertó a los soldados rebeldes dentro del cuartel. López aprovechó al situación para ordenar que le abrieran el portón del cuartel, y someter a los soldados sólo con voces de mando… y el fuete en la mano. De pronto, mandó arrestar al Capitán Rafael Alvarado, uno de los oficiales del cuartel, quien luego se supo que era el jefe de toda la revuelta. Cuando los estudiantes armados llegaron al cuartel, en vez de encontrar a los soldados abriéndoles el portón, vieron que todos estaban apuntando sus armas contra ellos. Hubo un pequeño intercambio de disparos, luego de los cuales los estudiantes son dominados y hechos prisioneros por el propio general en persona. Más tarde se supo que el alzamiento de los cadetes de la Escuela Militar también estaba bajo control del gobierno.

Al día siguiente, como Jefe militar de Caracas, actuó como Juez Instructor suplente en el expediente contra todos los alzados. Pero, inesperadamente, López dictó un auto por el cual se inhibía de conocer el caso, y por la regla de ese entonces, remitió el expediente al Gobernador de Caracas.

¿El motivo?

Entre los cadetes alzados de la Escuela Militar se encontraba nada menos que su hijo mayor, Eleazar López Wolkmar, de 20 años. Esto le creó un dificilísimo dilema a López: cumplir con su deber o sacar al hijo de prisión. El presidente Gómez, de un plumazo y sin consultar, solucionó todo: le ofreció la libertad al joven, pero éste se negó, por lo que resolvió dejarlo en prisión y desterrarlo al año siguiente; a López lo envió a la frontera como Jefe de la Guarnición del Táchira, estado clave políticamente.

Al año siguiente, López fue nombrado de manera provisional Jefe del Estado Mayor General, en ocasión del desfile conmemorativo del Centenario de la muerte del Libertador (1930). En ese mismo año, publica dos libros: “Síntesis de la vida militar de Sucre” y “Bolívar conductor de tropas”.

En 1931 fue ascendido a General de División y designado por Gómez como Ministro de Guerra y Marina, convirtiéndolo en el militar de carrera más influyente del país.

Después de dos divorcios, en 1934 contrajo matrimonio por tercera vez con María Teresa Núñez Tovar, de quien tiene dos hijas.

Cuando Gómez muere en diciembre de 1935, López es designado Encargado de la Presidencia de la República hasta abril de 1936. Logra sofocar un conato de rebelión propiciado por los familiares del dictador fallecido, decreta la libertad de los presos políticos y restablece la libertad de prensa.

Luego, al terminar el periodo constitucional, es nombrado por el Congreso como Presidente Constitucional de la República para el periodo 1936-1943.


Al principio de su presidencia enfrentó dos grandes crisis: la primera fue el martes de Carnaval de 1936 (14 de febrero), donde una manifestación popular llegó a Miraflores para exigirle mayores libertades, cosa a la que López accedió en parte; y la segunda fue la huelga laboral en junio de ese mismo año, donde el evidente propósito de la oposición era derrocarlo, cosa que no se cumplió.

Reformó la Constitución en julio de 1936, rebajando el periodo presidencial de 7 a 5 años, cláusula a que sorpresivamente se aplicó él mismo, y proscribiendo la ideología comunista, lo cual causó que varios políticos acusados de tales fueran expulsados del país, entre ellos Rómulo Betancourt.

En su gobierno, se realizaron muchas obras en diversos aspectos, casi todas ellas de largo alcance: entre otras, se dictó la primera Ley del Trabajo del país (1936), cuyo principal redactor, el joven Rafael Caldera, llegaría a ser Presidente del país; avanzó la educación progresivamente, creando el Instituto Pedagógico de Caracas (1937) para la formación de maestros; creó la Sociedad Bolivariana de Venezuela (1937); creó la Guardia Nacional (1937) para servir de cooperación a las fuerzas armadas y la policía; se inauguraron el Museo de Bellas Artes y el Museo de Ciencias (1938); se creó el Banco Central de Venezuela (1940), para centralizar la emisión de monedas y billetes; se firmó el Tratado de Delimitación de Fronteras con Colombia (1941) que selló las diferencias en torno al territorio de Río de Oro.

En abril de 1941, y cumpliendo con el recorte del periodo constitucional que él mismo impuso, el Congreso eligió al General de División Isaías Medina Angarita, hasta ese momento Ministro de Guerra y Marina, como nuevo Presidente. Antes de entregar la presidencia, el Senado lo ascendió al máximo rango militar en Venezuela: General en Jefe. Tres días más tarde, el 5 de mayo, le hace entrega de la presidencia a Medina.

A partir de ese momento, se convierte en factor influyente en la vida política, militar y social del país. Política, porque en su período se desarrollaron muchas cosas (el escritor venezolano Rufino Blanco Bombona declaró que “López había hecho en 5 años lo que sus antecesores no habían hecho en 50”); militar, pues su rango de General en Jefe era el más alto grado militar, sus conocimientos en el área eran vastísimos y se le consideraba el principal renovador de las Fuerzas Armadas; y social, porque su reputación estaba muy bien cimentada por su cultura y por sus escritos (además de los citados, en 1944 publica su libro “Páginas para la Historia Militar de Venezuela”).

Sin embargo, surgieron serios desacuerdos entre López y Medina durante el periodo presidencial de éste, lo que derivó en una crisis institucional que culminó violentamente al suceder un golpe de Estado que derrocó a Medina el 18 de octubre de 1945, encabezado por militares jóvenes y activistas de los partidos políticos, entre ellos Rómulo Betancourt, quien presidió la Junta de Gobierno que surgió de dicho golpe. López, Medina y varios de sus colaboradores fueron apresados, luego expulsados del país y juzgados in absentia por peculado y enriquecimiento ilícito.

López fijó su residencia en Miami, EE.UU., donde vivió hasta 1948. Su casa se convirtió en centro de reunión de los adversarios a la Junta que gobernaba Venezuela. A su vez, la Junta lo consideraba “peligroso y subversivo”. En esos momentos de su vida, López comentó: “(…) estoy agradecido con este destierro, con la prisión, con esos juicios políticos que me tienen sometido, (pues) completan mi figura de político venezolano. Yo he sido de todo en Venezuela: Ministro, Presidente, Jefe de Guarnición, invasor, guerrillero, menos preso político y desterrado. Y en Venezuela no puede haber jefe político sin su historia de destierro…”.

El golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948 le permitió volver al país, aunque no estaba de acuerdo con la política llevada a cabo por el General Marcos Pérez Jiménez. Se retira a la vida privada, publicando tres libros más: “El triunfo de la verdad” (1949), “Temas de Historia Bolivariana” (1954) y “Proceso Político Social” (1955).

A partir de 1958, al caer Pérez Jiménez, vuelve a la palestra pública expresando su apoyo por la concordia nacional, y él mismo procede a cordializar con su antiguo enemigo político, Rómulo Betancourt, quien ahora era el presidente de la Nación. Éste, paradójicamente, tuvo que enfrentarse a situaciones muy parecidas a las que tuvo que enfrentar López en 1936.

Curiosamente, sus antiguos enemigos le fueron rindiendo toda clase de homenajes: primero, en 1961, por disposición constitucional, es nombrado Senador Vitalicio. Ocho de los firmantes de la Carta Magna fueron parte de los 43 que López, por decreto, había expulsado del país en 1937.

Luego, en 1963, le fue conferida la réplica de la Espada del Libertador, símbolo de los generales. Él fue el primero en recibirla, de manos del propio Presidente Betancourt. Existe la anécdota de que López, en un intermedio del acto (que fue en la casa de López), el viejo ex-presidente le preguntó a Betancourt:

- Presidente, ¿qué hubiese hecho usted si hubiese estado en mi lugar en 1936?

Esto causó desconcierto entre los presentes. Pero Betancourt no vaciló en responder:

- General, hubiese hecho lo mismo que hizo usted.

A medida que fue avanzando su edad, se deterioraba su salud, pero conservaba su lucidez. Siguió escribiendo artículos para los diarios, incluso publicó dos libros más (“El pensamiento de Bolívar Libertador”, en 1963, y “Gobierno y Administración, 1936-1941”, en 1966).

Sin embargo, el final estaba cerca.

A fines de 1972 sufre complicaciones pulmonares, y finalmente, muere en Caracas el 2 de enero de 1973. Se decretan tres días de duelo, se le rinden honores de Jefe de Estado y es sepultado al sonido de 21 salvas de cañón.

Tomás Polanco Alcántara, uno de los mejores historiadores venezolanos, expresa en su libro “Eleazar López Contreras”, una frase muy cierta: “Muchos de los Presidentes de Venezuela terminaron su vida del territorio nacional (…). Otros, (…), murieron en circunstancias trágicas. Muy pocos han tenido, como él, el privilegio de morir en Venezuela y en ambiente de tanto respeto”.

Fuentes: PÉREZ JURADO, Carlos. “Gómez, gomecismo y Ejército Nacional”. POLANCO ALCÁNTARA, Tomás. “Eleazar López Contreras” MOLEIRO, Rodolfo. “De la dictadura a la Democracia. Eleazar López Contreras: lindero y puente entre dos épocas”.

Hans Joachim Marseille