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Precisamente, en uno de esos acercamientos, un proyectil del Nabara alcanzó al Canarias, causando un muerto y varios heridos. Pero el bou estaba irremediablemente perdido: media tripulación muerta o herida, incendios por todos los lados, una explosión en calderas...; a las dos horas de combate, tras haber disparado un centenar de cañonazos, el capitán Moreno dio permiso para abandonar el casco que aún cortaba las olas atemporaladas. Se fletaron dos botes y en ellos se salvaron 19 marineros, aunque algunos estaban gravemente heridos.
El Canarias observó el lanzamiento de los botes y dio por finalizada la lucha. Se acercó al bou y le remató con una andanada que le envió a pique. Con el Nabara se hundieron el capitán Moreno y su segundo, Sarasola, que no quisieron abandonar el casco moribundo.
Entre tanto, el cuarto bou, Donostia, que había seguido el combate sin poder intervenir por su pobreza artillera, intentó recoger uno de los botes del Nabara, pero hubo de alejarse por los ruegos de los tripulantes del bote cuando ya el Canarias estaba sólo a 2 millas. Al final, mientras el Canarias recogía los botes del bou hundido, el Donostia pudo escabullirse protegido por las sombras de la noche y entró en el puerto de Arcachón.
Los 19 prisioneros lograron sobrevivir a sus heridas. Recibieron un trato humanitario del Canarias, que les entregó en el puerto de Pasajes. Fueron juzgados y condenados a muerte en San Sebastián, pero antes de que se cumpliese la sentencia intervino Manuel Calderón, el que fuera director de tiro del Canarias y que, en 1938, había pasado a ayudante naval de Franco en el Cuartel General de Burgos. Calderón, admirador de aquellos adversarios que tanto trabajo le dieron el 5 de marzo de 1937, logró el indulto para todos y se convirtió en su protector durante la posguerra.
Así concluía la batalla de los bous, en la que venció el Canarias, como era lógico, pero aún hoy resulta difícil entender el valor de las tripulaciones de los bous y su sacrificio, que hizo posible que tres de ellos se salvasen y que consiguieran apresar un mercante, el Yorkbrook, cuyo flete era más precioso para Euzkadi que el del Galdarnes, el mercante perdido.


(Fuente principal: El combate del cabo Machichaco (1937-3-5). BIDASOA, Instituto de Historia Contemporánea. Editora GEU. Bilbao.)

 


 

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