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El Nabara atacado por el Canarias (Oleo)

El crucero y los bous protagonizarían la batalla del cabo Machichaco, en la que también hubiera podido intervenir el destructor republicano José Luís Diez (1.536 toneladas, 36 nudos de velocidad, 5 piezas de 120 mm. y 6 tubos lanzatorpedos), que se desentendió de la defensa del convoy vasco. . El José Luis Díez se refugió en el puerto francés de Burdeos, donde desertó la oficialidad y se pasó a Franco, lo que aclara su actuación en el combate de los bous.
El 5 de marzo amaneció frío, el cielo estaba nuboso y el viento aún era fuerte, aunque en disminución. Hacia las nueve de la mañana se avistaron los bous Bizkaya y Gipuzkoa a unas 14 millas al nordeste del cabo Machichaco. Para no romper el silencio radiofónico ambos se aproximan y los capitanes respectivos, Bilbao y Galdós, se comunican mutuamente haber perdido al resto del convoy y acuerdan comenzar su búsqueda sin romper el silencio de la radio, salvo acontecimientos extraordinarios. Bilbao, con el Bizkaya, rehace su andadura hacia el Este, mientras Galdós, con el Gipuzkoa, se desplaza hacia el Oeste por si el convoy hubiera rebasado El Abra en medio del temporal.
En realidad, el convoy se encontraba a unas 45 millas al nordeste del cabo Machichaco, mientras el Canarias avanzaba a una velocidad de 20 nudos por las aguas de la costa santanderina.
Van pasando las horas y en Bilbao comienzan las preocupaciones. Los bous tardan demasiado. La inquietud se convierte en angustia hacia las 12,30, cuando los observadores de la batería costera de Punta Galea (equipada con piezas Vickers de 152,4/50 milímetros modelo 1923) localizan una gran unidad naval a unas 18 millas al Norte. El Canarias aún no había sido identificado y en Bilbao se quería creer que era algún buque del Comité de no Intervenci6n, pero a las 13 horas el buque fue identificado. El convoy estaba en peligro de perderse por completo.
Quien primero vio lo que se le venía encima fue el Bizkaya, que a las 13,10, tras haber buscado inútilmente al convoy, por la proa a la ría bilbaína. En aquel momento caía un chubasco, pero de pronto se abrió un claro en el cielo y el Bizkaya se vio a unas 4 millas del Canarias. El capitán Bilbao puso en marcha la radio y dio la alarma, que sonó en todas las cabinas del convoy. El Canarias, por casualidad, se había colocado en el centro del disperso convoy vasco: Al Oeste tiene al Gipuzkoa; enfrente al Bikkaya, y a babor, al Nabara, Galdarnes y Donostia, todos al alcance de su artillería, aunque sólo pueda ver al Bizkaya.
El crucero, a 20 nudos, gana sobre el bou, que, ha tocado zafarrancho de combate al tiempo que, a toda máquina, navega hacia la costa. Sólo 3 millas separaban a ambos buques y, ante el asombro de los vascos, el Canarias no hace fuego. En el crucero también había problemas. Su precipitada salida de El Ferrol había impedido el reglaje de su artillería principal. El director de tiro, Manuel Calderón -tercer comandante del Canarias- había estimado en 6 horas el tiempo que precisaba para el reglaje, en vista de lo cual el comandante de navío Salvador Moreno, ordenó levar anclas, sabiendo que esas 6 horas eran vitales para el cumplimiento de su misión. Ahora, con el Bízkaya bajo la sombra de sus cañones, se acercaba rápidamente para no marrar sus disparos. Otra preocupación del Canarias era el mercante Yorkbrook, al que, al parecer, había apresado cuando navegaba hacia un puerto republicano y que ahora, bajo la amenaza de sus cañones, marchaba mansamente hacia Pasajes.
La mole del crucero parecía ya a punto de aplastar al bou cuando los observadores del Canarias avistaron en un abierto del día al Gipuzkoa, que marchaba a toda máquina hacia El Abra. Las cuentas fueron rápidas en el buque de guerra: primero, el Gipuzkoa, antes de que entre en Bilbao; luego el Bizkaya, que -no tendrá tiempo de ponerse a cubierto. Así, cuando el capitán Alejo Bilbao esperaba la andanada de 4 piezas del 203 a una distancia mortal de necesidad, vio con asombro cómo el crucero viraba en redondo.
La casi milagrosa liberación del Bizkaya significaba una sentencia de muerte para el Gipuzkoa, que se hallaba a unas doce millas de Bilbao y a 8,del Canarias. Eran las 14 horas. El crucero acorta distancias y abre fuego con su artillería pesada. En ese momento la falta de reglaje de las piezas del crucero salvaron al bou. Comienza la carrera de la muerte: el Gipuzkoa ha de pasar 20 minutos de fuego y angustia antes de hallarse bajo la protección de los cañones de costa de Punta Galea. Serán los 20 minutos más largos de la vida del capitán Galdós y sus hombres. El bou salta entre las olas, mientras los disparos del Canarias le siluetean por babor y estribor. Al fin, una granada alcanza la popa del Gipuzkoa, desmonta el cañón y mata a tres de sus servidores. La artillería secundaria del crucero entra en acción; uno o dos proyectiles alcanzan al bou, que comienza a arder. La metralla que lanzan los cañones mal afinados acribilla los costados del bou, que mantiene su rumbo envuelto en humo. El capitán Galdós es herido; también su segundo, Badiola,.
Pero ya los telémetros de la batería de Punta Galea comienzan a funcionar: 21.000 metros, 20.000, 19.000..., la distancia es demasiado larga para las piezas que manda el comandante Francisco Gutiérrez; de cualquier forma ordena hacer fuego para evitar el hundimiento inminente del bou, y el Canarias no quiso exponerse y viró en redondo a las 14,30, mientras su jefe de tiro, el teniente de navío Faustino Ruiz, lamentaba la falta de reglaje de sus piezas y mientras el Gipuzkoa, convertido en una hoguera flotante, era auxiliado por las mangueras del remolcador Altsu. A las 4 de la tarde fue por fin amarrado a los chicotes de El Abra, con 5 muertos y 12 heridos a bordo.