La Campaña Naval de los Dardanelos (II)
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- Escrito por Lutzow
A finales de Diciembre la posibilidad de una guerra de desgaste interminable en el Frente Occidental parecía cada vez más probable, todos los miembros del Consejo de Guerra estaban de acuerdo en que Francia era el teatro decisivo, pero la mayoría creía que se podía hacer poco progreso allí a menos que las Potencias Centrales estuvieran ocupadas en otros frentes La inquietud de Churchill por los sangrientos ataques frontales en Francia le llevó a escribir al Primer Ministro Asquith "¿No hay otra alternativa que enviar a nuestros soldados a masticar alambre de púas en Flandes?", sin duda con el Plan Báltico rondándole en la cabeza. Asquith no respondió cuando, por extraordinaria coincidencia, una voz del exterior, una llamada urgente de un aliado inquieto, precipitó un cambio de rumbo en la política británica. En las primeras horas del 2 de enero la Oficina de Relaciones Exteriores recibió un mensaje del Gran Duque Nicolás, Comandante en Jefe del Ejército ruso. El Ejército turco está amenazándonos seriamente en el Cáucaso, explicaba el Gran Duque. ¿Hay algo que el Ejército o la Armada británica pudieran hacer para lograr que los turcos retirasen algunas de sus tropas?
El mensaje del Gran Duque llegó en un momento en que la preocupación por Rusia era aguda en el gobierno británico, los Aliados le debían mucho a Rusia: la voluntad del Gran Duque y del Zar Nicolás II de lanzar una precipitada ofensiva en Prusia Oriental durante las primeras semanas de la guerra probablemente había salvado París, pero también le había costado a Rusia las derrotas devastadoras de Tannenberg y los lagos de Masurianos. Rusia había perdido un millón de hombres hasta la fecha, y los informes secretos de escasez de municiones y de 800.000 soldados rusos que esperaban sin rifles detrás de las líneas del frente habían llegado a la Oficina de Guerra británica. Gray envió el llamamiento del Gran Duque a Kitchener, quien más que ningún otro Ministro británico, temía la posibilidad de un colapso ruso y la consiguiente transferencia de Divisiones alemanas al Frente Occidental. El Mariscal de campo tomó el telegrama y se dirigió al edificio del Almirantazgo para discutir con Churchill qué posibilidades existían para ayudar a los rusos. ¿Podría la Armada, por ejemplo, hacer una demostración en los Dardanelos? Preguntó Kitchener. Churchill respondió que un ataque naval y militar combinado podría ser posible si Kitchener pudiese encontrar las tropas necesarias, pero el Mariscal respondió que no se podía prescindir de ni un solo soldado presente en Francia, la demostración que tenía en mente sería un ataque puramente naval.
Lord Kitchener.
Las naciones de los Tercios (III): Tamaño y distribución de los ejércitos. Los españoles.
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- Escrito por Flavius Stilico
En palabras de Geoffrey Parker: Nunca pareció España más grandiosa ni más poderosa que en estos momentos en que a una orden suya, decenas de miles de hombres se alistaban bajo el estandarte de San Andrés, divisa de Borgoña.
En el siglo XVII, con varios frentes abiertos, los ejércitos del rey podían llegar a tener mas de cien mil hombres, que había que repartir entre los ejércitos de Flandes, Italia, la propia Península Ibérica y los presidios africanos.
En conjunto, españoles podían llegar a rondar los 40-50.000; italianos, entre 15-20.000; los alemanes podían ser unos 20.000; los valones fluctuaban bastante por el gran desgaste de la guerra de Flandes, pero podían rondar otros 20.000; mientras que las aportaciones del resto de naciones eran más reducidas.
Unas tres cuartas partes de las tropas las formaban súbditos del rey. La dependencia de estos extranjeros no sólo era limitada en proporción -comparada con la de otras potencias que hemos visto-, sino que además estas tropas extranjeras no representaban la élite de los ejércitos de los Austrias.
En el ejército de Flandes se necesitaban una media de 65.000 hombres durante los años conflictivos de la Guerra de los 80 Años. Incluso en época de paz era necesario mantener un mínimo de 15.000 hombres. Predominaban en este ejército los propios “flamencos” (mas de un tercio normalmente), seguidos por los alemanes (rondando un cuarto del total). Españoles e italianos eran menos, debido a la mayor dificultad de llevarlos hasta Flandes, “poner una pica en Flandes” quedó como sinónimo de algo costoso y complicado. Los españoles podían representar de media un 15% del total.
En Italia, si era muy importante la presencia española, llegando a rivalizar con los propios “naturales”. No en vano, desde época de Carlos V se habían utilizado tropas españolas como guarnición permanente en Italia. Por contra el uso de alemanes era limitado, a pesar de la relativa cercanía; cercanía que se influyó en que en Italia fuera el único frente en el que tuvo una presencia relevante la nación suiza.
A continuación vienen una serie de tablas; los datos provienen de los trabajos de Luis Ribot (Las naciones en el ejército de los Austrias), Davide Maffi (En defensa del Imperio) y Juan Luis Sanchez (R&D nº 3).
En algunos casos los datos seleccionados puedan inducir a error. Por ejemplo en el caso del ejército de Cataluña no están reflejados los grandes ejércitos movilizados en 1639 para la campaña de Salces, 25.000 infantes y 1.600 caballos; o el reunido a finales de 1640 en Tortosa, 23.000 infantes y 3.100 caballos
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Tercios y samurais: La batalla de los peces-lagarto (Cagayan 1582)
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- Escrito por Rafa
Dentro del último número de la revista ejércitos hay un muy interesante artículo de Elisabeth Manzano sobre los combates en Filipinas entre españoles y piratas japoneses.
Páginas 76 a 81.
Espadas del fin del mundo, ilustración de Juan Aguilera Galán
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La Campaña Naval de los Dardanelos (I)
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- Escrito por Lutzow
El Helesponto, un nombre mítico que a muchos de nosotros nos despierta la imaginación, que nos retrotrae a Homero y la Guerra de Troya, a Heródoto mostrándonos a Jerjes cruzándolo junto a su inmenso ejército en un puente de barcas camino de su malhadada expedición a Grecia, a Leardo atravesándolo a nado en busca de su amada Hero, o al polifacético Lord Byron imitando su gesta en 1810.
Los Dardanelos son un estrecho de 40 millas de longitud que separa Europa y Asia, al tiempo que une el Mediterráneo con el Mar Negro a través del Mar de Mármara y el Bósforo, en un paisaje jubiloso que nadie se debería perder. La entrada en su lado occidental tiene dos millas de ancho, que al poco se abren hasta alcanzar las cuatro millas, para estrecharse gradualmente a la altura de los Narrows, ubicados catorce millas en su interior y con una anchura de solo una, para ensancharse nuevamente un promedio de cuatro millas durante otras veintiséis hasta alcanzar el Mar de Mármara. En su lado Norte la península de Gallipoli se eleva entre escarpados acantilados, mientras la costa asiática es una llanura de litoral bajo que se extiende hasta la antigua Troya. No existe mareas en los Dardanelos, pero sí una corriente constante de unos tres nudos de Este a Oeste, debido a los grandes ríos que desembocan en el Mar Negro y el deshielo del Cáucaso.
Mapa de los Dardanelos.
Las naciones de los Tercios (II): El ejército de naciones de la monarquía hispánica, de Felipe II a Carlos II.
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- Escrito por Flavius Stilico
Un ejército para una monarquía compuesta.
El caso español era especial, pues como bien dice Bernardino de Mendoza (1596) al rey Felipe II:
Ha hecho N. Señor a V.A. tan poderoso Príncipe, que tiene Reinos y muchas Provincias donde podrá formar gruesos ejércitos de una nación, o diferentes, siendo todos sus vasallos, o ayudándose de Países donde tiene coroneles prendados para el efecto. Y así podrá V.A, escoger el partido mas conveniente.
Así, aunque hablemos de monarquía española y ejércitos españoles, lo cierto es que el Imperio hispánico de los Austrias se componía de diferentes reinos y provincias, con su propia singularidad; aunque indudablemente el núcleo central de la monarquía estuviera situado en España, y mas concretamente en Castilla.
La famosa orden de Génova de 1536 -dada por Carlos V- se suele considerar la consagración de la separación entre naciones dentro del propio ejército.
Que en las compañías de la infantería española no haya ningún soldado de otra nación, excepto pífanos y atambores y algunos soldados que al presente hay en ella italianos o borgoñones que nos han servido mucho tiempo en la dicha infantería española, y asimismo que en la infantería italiana no haya español ni de otra nación, salvo algún alférez o sargento español, y asimismo en la infantería alemana no haya español ni italiano, sino que cada nación ande y sirva en las compañías de su nación y no fuera de ella por excusar fraudes, cuestiones y por otros respectos cumplideros a nuestro servicio.
La terminología de nación de la época no debe confundirse con los usos modernos. Era un recurso habitual para clasificar a los individuos según su procedencia, utilizado también en otros ámbitos como el universitario y el mercantil, y dentro de cada nación se podía entender, si se quería delimitar mas el ámbito, que a su vez que había diferentes naciones. Aunque en algún momento medieval la clasificación en naciones tuvo bastante que ver con la lengua, en la práctica esto ya no era un criterio estricto.
Aunque siempre se intentó mantener una separación orgánica por naciones, la realidad podía ser diferente; ya no sólo que en situaciones (aunque pocos comunes) hubiera que recurrir a unidades mixtas, sino a que las propias unidades de una u otra nación aceptaran individuos de otras, bien a posta para rellenar filas o bien ante el mero hecho de que la “nacionalidad” no era un concepto tan firmemente delimitado en la época como para evitar que individuos transitaran de una a otra.
Al final las unidades de naciones no eran tan homógeneas como a las autoridades les gustaría. Cuando en 1648 llegó a San Sebastián parte de un regimiento recién levado en Holanda; entre sus 30 oficiales y 182 soldados había en realidad 15 “grupos nacionales”: holandeses (la cuarta parte), flamencos y alemanes predominaban, pero también había suecos, daneses, frisones, polacos, hamburgueses, ingleses, escoceses, irlandeses, liejeses, franceses, españoles y napolitanos.
Aun poseyendo los Austrias tantos territorios, ya vemos que se estimó que los ejércitos no se compusieran solo de súbditos. De todas maneras cuando se recurría a foráneos, estos eran sobretodo alemanes de las tierras patrimoniales de los parientes Habsburgo (divididas en la herencia de Carlos V), por lo que se les presumía más fiables política (y religiosamente) que los mercenarios sin ningún tipo de vinculación directa a los Habsburgo. Al menos eso fue así durante el siglo XVI, ya que la crisis de efectivos del siglo XVII, a partir de 1640, hizo realmente ampliar las miras, y ahí sí vemos importantes reclutamientos de tropas mercenarias “puras”.
A la hora de reclutar tropas extranjeras se tenían en cuenta diversos factores mas allá de la “calidad” y el “precio” de ellas. Preocupaba mucho que fueran católicos, aunque cuando la necesidad apretó, esto se acabó soslayando. Aparte intervenían temas logísticos como la mayor o menos dificultad para trasladarlos al frente deseado. También había que tener en cuenta la complejidad de las negociaciones para que otro monarca permitiera reclutar en su territorio, aun cuando éste no necesitara de reclutar a esos mismos hombres para sus propias guerras. Como todo mercado, también había factores de competencia entre naciones que acudían a los mismos “proveedores”. En el caso español especialmente con Francia, sobre todo a partir de la Guerra de los Treinta Años.
Entre las tropas “extranjeras” se distinguía a aquellas reclutadas en nombre del rey, que por juramento se convertían en tropas propias del monarca, y aquellas que formaban parte de los contingentes auxiliares. Estas últimas eran tropas reclutadas por otros estados o príncipes. En algunos casos eran tropas alquiladas al monarca español, a veces por una mera cuestión monetaria.
En otros casos los auxiliares eran una suerte de aliados subvencionados por España y a los que se mantenía sobre todo por razones políticas. Como ejemplo de estos últimos tenemos al inútil ejército mercenario del desposeído duque de Lorena, mantenido entre 1633-1655, y que para lo único que parece que servía era para causar la devastación en los propios territorios del rey, ya que el duque era reacio a comprometer en batalla a su principal activo. Otros ejemplos serían las tropas del francés príncipe de Condé, que contaba con un ejército inicialmente reclutado a su costa en 1651, pero al que enseguida hubo que ir cediéndole tropas del propio ejército de Flandes; y también el ejercito realista inglés, que combatió en 1658 en las Dunas del lado hispánico.
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