El Gran Capitan: Historia Militar
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HASSO ECCARD Freiherr VON MANTEUFFEL (I)

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Escrito por Rafa

Resultado de imagen de manteuffel“Los generales alemanes de la Segunda Guerra Mundial fueron los mejores de su profesión en todo el mundo”

 Lidell Hart

INTRODUCCION

Hasso Von Manteuffel era un hombre físicamente pequeño, sus apenas uno sesenta y sus escasos cincuenta y cinco kilos no proyectaban la imagen del perfecto oficial alemán que la iconografía del régimen nazi se encargó de proyectar, sin embargo, fue un soldado de carácter, un estratega inteligente e imaginativo con gran visión táctica. Por sus grandes cualidades de mando y sus dotes personales era muy querido y apreciado por todas sus tropas en sus múltiples destinos y unidades a su cargo y respetado por sus enemigos e incluso Hitler, que habitualmente despreciaba la opinión de sus generales, siempre le tuvo en cuenta y le propuso personalmente para el mando de alguna de las unidades de élite del Ejército alemán. Ya siendo un mando intermedio de un batallón durante la invasión de Rusia en 1941 actuó con tal distinción que llamó la atención del propio dictador. Cuando nadie se atrevía a discutir las decisiones militares de Hitler él intentaba persuadirle respecto a las técnicas de asalto y movimiento de tanques consciente de que la manera de llevar la guerra y el control de las operaciones por parte de Hitler habían llevado casi a desaparecer el arte alemán del mando flexible. Solía decir a propósito de Hitler “…había leído mucho sobre literatura militar y eso unido a su experiencia en combate como soldado le había dado un gran nivel de conocimiento sobre la guerra. Pero sin embargo no tenía ni idea sobre combinaciones tácticas y estratégicas. Podía saber cómo se movía una sola división, pero no podía entender cómo se manejaba un Ejército…”

El historiador Lidell Hart le llamó el maestro del arte de la movilidad y de la sorpresa con las que logró desbaratar muchas de las ofensivas aliadas, mientras que el Mariscal Model le calificó como “el bombero de Hitler” siempre dispuesto a apagar fuegos donde los hubiera. La orden de ataque de Von Manteuffel en las Ardenas que fue encontrada entre los papeles de un oficial caído decía: “Adelante, marchad, marchad. En memoria de nuestros camaradas caídos y por ello bajo sus órdenes y en honor de la tradición de nuestra Wehrmacht”.

Le tocó vivir en primera persona acontecimientos que han marcado la historia de Alemania para siempre, la Primera Guerra Mundial, el turbulento periodo de entreguerras, el auge del nazismo y sobre todo la Segunda Guerra Mundial en la que participó activamente. De todos sus destinos, cargos y batallas, incluso las de la última parte de la guerra con el Ejército alemán batiéndose en retirada, salió con su reputación intacta y contribuyó a que las pérdidas fueran las menores posibles. Militar de carrera, fue el último de una larga estirpe de distinguidos ancestros y fue uno de los jóvenes comandantes que surgieron en Alemania en la Segunda Guerra Mundial y reconocido como uno de los más capaces. Aprendió el oficio en la vastas estepas rusas y junto con Guderian o Von Rundstedt, fue uno de los generales innovadores que aprendiendo de los errores del arma mecanizada en la Primera Guerra Mundial supieron ver no solo las posibilidades de esa nueva arma, sino el futuro de la guerra en sí. No tuvo ninguna implicación con el régimen nazi y reorganizó su vida y su carrera después de la guerra para convertirse en político de la Republica Federal e impulsor del nuevo Ejército alemán.

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Acorazados De La Segunda Guerra Mundial por Manuel González López

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Escrito por Rafa

"El tratado de Washington de 1922 supuso un frenazo en la carrera armamentística iniciada tras la aparición del Dreadnought en 1906. Una carrera que ni siquiera la primera guerra mundial había logrado frenar. Las reglas y condiciones del tratado definieron un tipo de acorazado, el 35.000 tns, que dominaría las mesas de diseño del periodo de entreguerras. Aunque la mayoría de los buque s de este estudio se terminaron fuera de la vigencia estricta de los tratados, estos condicionaron tan severamente las elecciones técnicas y políticas, que Washington es el punto de partida forzoso del estudio. Desde una vista novedosa, se analizan los bu ques no como objetos aislados si no como consecuencia de los eventos técnicos y políticos de una época convulsa. El libro se inicia con la historia de los tratados y su influencia directa en los proyectos de los acorazados y sigue con los factores principa les que debían considerarse al diseñar uno. Esto nos permite entender las alternativas posibles y el porqué de las decisiones tomadas. Finaliza con un estudio individualizado de cada clase, complementado con pequeñas historias operativas de sus componentes. Se presenta, además, un alzado y planta de un buque de cada clase."

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La batalla de Heligoland 1914

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Escrito por Jaro

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La primera batalla naval importante de la gran guerra se produjo el 28 de agosto de 1914 en la bahía de Heligoland. Allí se encontraba Wilhelmshaven, la base de la Kriegsmarine en el mar del Norte. El contralmirante Franz von Hipper comandaba el dispositivo de vigilancia de la bahía de Heligoland, una fuerza de 9 destructores y 3 cruceros ligeros que navegaban dispersos por la bahía atentos a una posible incursión británica contra Wilhemshaven.

Los submarinos británicos exploraban impunemente la costa alemana, en un tiempo en que la detección antisubmarina no estaba desarrollada, y se percataron de un fallo en el sistema de vigilancia de Hipper. Los barcos estaban demasiado dispersos en la bahía, no podrían apoyarse entre sí en caso de ataque, y navegaban demasiado alejados de la base como para recibir apoyo de esta antes de ser destruidos. Parecía factible enviar una escuadra de superficie, atacarlos y regresar velozmente a Inglaterra sin entrar en combate con el grueso de la flota alemana. Los navíos de vigilancia de Hipper, en vez de servir de alerta ante una ofensiva naval, eran una presa tan tentadora que se convirtieron en el objetivo de esa ofensiva.

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Eventos en Tercios Viejos semana del 3 al 9 de febrero

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Escrito por Rafa

Como todos los lunes nuestros amigos de Tercios Viejos nos adelantan las próximas conferencias, presentaciones de libros y ferias de Historia Militar.

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Las naciones de los tercios (IX): Suizos, albaneses, croatas y polacos.

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Escrito por Flavius Stilico

11. Suizos.

En contraposición a su alto estatus y excelente consideración dentro de los ejércitos franceses, los suizos estaban bastante mal vistos en el marco de las fuerzas hispánicas. Sí se los empleó fue por pura necesidad de tropas, valorando en especial su cercanía al Milanesado, en el que se concentraría su presencia; y en ciertas ocasiones también se reclutó para evitar su empleo por los franceses.

Además hubo razones políticas ya que las levas y las negociaciones asociadas con las autoridades helvéticas contribuían a reforzar las alianzas y pactos con la clase dirigente de los cantones; alianzas que implicaban entre otras cosas el uso de corredores militares a través de los cantones, algo vital para el traslado de tropas entre Italia y el Imperio o Flandes.

De los infantes suizos, se seguía teniendo en cuenta su tradicional disciplina y valor en combate. Incluso los españoles podían alabar que, en su opinión, los soldados de los cantones católicos eran mejores que los de los protestantes. Así los soldados de Lucerna y Soleure eran calificados de “muy buenos soldados”: los de Schwyz eran calificados de “aventajados” y los de Uri eran considerados como “los más aventajados y valerosos”.
En el siglo XVI se les seguía reconociendo en general el que “mucho valen sus picas” pero “poco caso se debe hacer de sus arcabuces”. A pesar de su relativa falta de potencia de fuego, los regimientos suizos contaban normalmente con una compañía reforzada de veteranos: los “enfants perdus” como los denominaban los franceses, que se utilizaba como escaramuceadores y fuerza de vanguardia al entrar en contacto con el enemigo.

El problema, desde el punto de vista español, no estaba en sus cualidades combativas, ya fueran mejores o peores, sino en su carácter mercenario llevado al extremo que las hacía poco dispuestas a combatir. Se les tildaba de “milicia embarazosa” y de ser quisquillosos con su servicio. y las condiciones del contrato. Como ejemplo se ponía la negativa de los suizos al servicio del Papa (aliados de España) a entrar en Francia “contra rey declarado”, señalando que la proclamación de Enrique IV como rey alteraba su compromiso. Comparados con los alemanes eran considerados gente de más gasto que provecho: «no va a los asaltos ni a las escoltas; no abre trincheras, ni toma la zapa y la pala para más que fortificar su alojamiento».
Eran tropas muy caras, mas que los mercenarios alemanes y no sólo durante el siglo XVI. En 1638, el marqués de Leganés informaba que los suizos pedían cobrar el doble por soldado alistado que los alemanes. A ello había que añadir las “dádivas y premios” que los representantes suizos exigían antes de autorizar el contacto con los coroneles con los que se iban a establecer las capitulaciones.

Cuando en ocasiones de problemas financieros, otros mercenarios se avenían a no cobrar de golpe la soldada conformándose temporalmente con el “socorro y el pan de munición”, los suizos o bien amenazaban dejar el servicio o bien se negaban a pasar muestra. El negarse a pasar muestra puede parecer poca cosa pero en la practica era un chantaje a la Hacienda; la falta de muestra impedía conocer los efectivos reales de un regimiento y podía acabar pagando los sueldos de muertos y desertores ya que los suizos no deponían su actitud hasta que consideraban que se le habían pagado todos los atrasos debidos al regimiento.

Otras fuente de preocupación era que se les consideraba, en opinión del conde de Gelves (1610), poco predispuestos a luchar contra los franceses por la presencia de muchos compatriotas suizos entre sus filas.
La falta de confianza hizo declarar al marqués de Velada (1643) que no se podían dejar las fortalezas del Milanesado en manos de guarniciones suizas sin que a la vez fueran dotadas de “número considerable de españoles e italianos que las aseguren”. Con Velada, coincidía el conde de Monterrey (1643), señalando que “ni para sitiar ni para campear es esta soldadesca”.


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